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IV Centenario de la fundación de San Carlino alle Quattro Fontane
(1612 – 2012)
- I -
A todos los religiosos que han pasado por San Carlino.
Por los soles aquí compartidos.
P. Pedro Aliaga (autor)
Junto a las cuatro fuentes del monte Quirinal, en el punto más alto de la antigua Roma, hay un convento que guarda dentro de sus hermosos muros mil y una historias. Para sus moradores, los trinitarios, es un lugar único en su geografía. Ha sido (y es) un convento español en suelo romano, una de las instituciones hispanas más antiguas de la capital del catolicismo. Ubicado en el lugar donde se erigió (en el siglo I de nuestra Era) uno de los edificios más señeros de la Urbe, el templo de los Flavios. Considerado una de las obras cumbres de la historia de la arquitectura, al haber sido proyectado y construido por el genio de Francesco Borromini, no habrá historia del arte ni monografía del barroco que no haga referencia obligada a nuestra casa…
La iglesia y convento de San Carlos de las Cuatro Fuentes de los Trinitarios españoles, popularmente «San Carlino», (el diminutivo cariñoso que le dieron los romanos del siglo
XVII cuando vieron lo pequeño y curioso de su construcción) cumple cuatro siglos de su fundación. La Orden Trinitaria festejará esta efemérides con el tributo de la memoria agradecida a esta Casa, que ejerció siempre un rol decisivo y determinante, hasta poder decir que nunca tuvo rival posible entre las casas trinitarias: de aquí partieron quienes extendieron la Orden por Europa y también quienes la restauraron; su sobrevivencia (unida indisolublemente a su españolidad) fue decisiva para la no desaparición completa de los trinitarios en el siglo XIX. Por sus losas ha pisado buena parte de su santoral, de su umbral partieron los misioneros hacia tierras y océanos que hicieron multicolor la geografía trinitaria, aquí se han formado generaciones que estudiaron en las universidades y ateneos romanos, dando lustre y sustancia a la vida de la Orden y a su misión en la Iglesia y en la sociedad, en fidelidad a la mejor tradición universitaria del Fundador y del Reformador; aquí están los más preciosos testimonios documentales, sobrevivientes de los naufragios de nuestra atormentada historia. Y aquí se han dado las más altas citas de los trinitarios con la historia: con la Iglesia, con el arte, con la cultura, con la sociedad, con la vida religiosa… en esta mezcla sorprendente, pasmosa, de una de las más bellas obras del genio humano con la esquivez a las glorias de la descalcez trinitaria, sin faltar por ello a un carácter que da
la casa a sus frailes, que parecen querer pasar por la vida ni envidiados ni envidiosos.
Cuando se trata de celebrar un centenario en el lugar donde nacieron emperadores y vivieron santos, trabajaron arquitectos de otrora que dejan mudos a los de hoy, pasaron papas de puntillas y sirvieron sus espacios de antesala para cosas mayores, celebrar un centenario es pura anécdota. Cada día de calendario hay una piedra de Roma que conmemora el nombre de alguien que se hizo acreedor a la inmortalidad por haberla pisado. Si acaso, celebrar este centenario honrará a quienes este año se acordarán de un capítulo de sus vidas que tuvo lugar en este palmo pequeño de tierra, corazón de la antigua Roma, donde coinciden todos los caminos del mundo, también el de los ariscos que no quieran reconocerlo y que en su soslayo llevan la penitencia. Si en este año, hermanos y amigos de San Carlino esparcidos por todo el mundo, este nombre os hace dar gracias a Dios por las gracias aquí recibidas o dadas, si os arranca una lágrima de nostalgia o una sonrisa de complacencia por los buenos momentos aquí vividos, si os atrevéis a más y un vaso de vino espeso y bermellón se levanta en el aire por este centenario… enhorabuena. Será una manera de brindar por vosotros, por nosotros. Pues la eternidad se da cita en Roma, y quien en ella ha vivido no la teme, sino que la espera, porque aquí aprendió a quererla...
HOC ERAT IN VOTIS…