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FORMALIZAR PARA CRECER Y VIVIR SEGUROS 5
PARTE I
La Revolución Industrial peruana:
De la patria chica a la grande
El término Revolución Industrial no se refiere a la crea-
ción de nuevas tecnologías sino a las nuevas relaciones
que surgieron en Estados Unidos y Europa, cuando sus
sociedades se reorganizaron para producir a gran esca-
la. La historia económica del mundo en los últimos 200
años, es la de una accidentada mudanza de formas de
cooperar en pequeña escala -llámense feudales, tribales,
patrimoniales, coloniales o micro empresariales- hacia
aquellas donde la cooperación permite cosechar todas
las ventajas de intercambiar conocimientos y productos
en gran escala.
Esta revolución llegó en los años 60 al Perú, cuando
paulatinamente millones de peruanos comenzaron a
abandonar sus formas de producir en pequeña escala
-como las comunidades o cooperativas, donde se divi-
de el trabajo entre conocidos, para integrarse y emerger
como familias e individuos- en el gran mercado nacio-
nal, donde la producción en gran escala es posible y el
trabajo se divide entre desconocidos.
La mitad de ellos dividió en parcelas sus tierras y per-
tenencias pero se quedó en las comunidades. La otra
mitad hizo de tripas corazón y comenzó a migrar a las
ciudades. Fueron decisiones dramáticas y en muchos
casos sufridas, pues abandonar las Patrias Chicas para
ubicarse en la Patria Grande significaba transitar de
una vida en la cual la igualdad hacia abajo y la pobreza
compartida son virtudes, hacia una donde ascender no
es mal visto.
Tras cuernos, palos, pues en cuanto llegaron a sus nue-
vos destinos, los emergentes se estrellaron contra un
muro de normas, barreras, corrupciones y brokers de
influencia que les impidieron acceder a la actividad pri-
vada formal. Abrir un taller de confección textil demo-
raba 289 días y costaba 31 veces el salario mínimo men-
sual de la época; legalizar la posesión de tierras en áreas
marginales requería cumplir con 728 trámites y podía
tomar hasta 15 años. El descontento con el sistema le-
gal se convirtió en una fuente constante de frustración
y rebeldía.
Por eso es que esta ola emergente construyó y se atrin-
cheró en un mercado libre anárquico que hoy llamamos
“la informalidad”. Se inició así el primer gran movi-
miento nacional contra la permisología, en defensa de
la libertad individual y a favor de la iniciativa privada.
Lo hicieron los peruanos de abajo democráticamente 10
años antes que Chile lo haga dictatorialmente, 20 años
antes que Hayek y Friedman visiten Lima, 25 antes que
nazca la CONFIEP y 30 antes de la reinserción del Perú
en el sistema financiero global.
Hoy día, la vanguardia de los que retan el status quo
conservador son aproximadamente el 70% del país y si-
guen creciendo. Y no sólo en las ciudades sino también
en las zonas mineralizadas del país, donde 2 millones de
emergentes más sus familias desarrollan lo que llama-
mos toda la cadena productiva de la minería informal.
Esta situación puede llevar a importantes reformas que
nos permitan a todos integrarnos y prosperar dentro de
un mundo más globalizado o puede sumergirnos en un
torbellino de conflictos e inclusive matarnos como ocu-
rrió hace menos de 25 años.
La revolución industrial genera creci-
miento pero también desigualdad
La revolución industrial hizo que en los últimos 60 años
Occidente crezca más que todo el mundo en los 2,000
años previos. Y si bien ha sacado de la pobreza a cen-
tenares de millones, resuelto problemas técnicos que
nos han alargado la vida a todos y ampliado nuestros
horizontes cognitivos, también nos ha hecho más inter-
dependientes y conscientes de que el mercado compen-
sa con creces a los que tienen capacidad de especular
y ahorrar o la suerte de heredar. Aquello ha producido
desigualdades que –justa o injustamente-- ofenden a
muchos.
Estas desigualdades dieron lugar a que se construya la
ideología comunista, una arquitectura intelectual for-
midable que si bien reconoce el aporte de la revolución
industrial al bienestar humano, propone que esta se
puede lograr sin desigualdades a través de una dictadu-
ra del proletariado administrada por un partido comu-
nista. Esta propuesta anti-privatista se convirtió en una
realidad en Rusia, a principios del siglo XX, y en menos
de medio siglo se tragó a la mitad de Europa y Asia.
Pasada la Segunda Guerra Mundial, Occidente se recu-