Como agua para chocolate
Laura Esquivel
quería tener a su hijo sin problemas, tener que renunciar para siempre a Pedro, pues no
podía hacerle más daño a Rosaura.
¡Sólo eso le pasaba! Pero no se lo podía decir. De hacerlo, con lo chismosa que era
Chencha, al otro día todo el pueblo lo sabría. Prefirió no darle ninguna respuesta y cambiarle
el tema sin más ni más, tal y como Chencha se lo hacía a ella cuando la sorprendía en
alguna falta.
-¡Qué barbaridad! La masa ya está desbordándose. Déjame terminar la rosca, o nos va a
caer la noche encima sin haber terminado.
Aún no se estaba desbordando la masa de la vasija donde la había puesto a reposar, pero
era el pretexto ideal para distraer la atención de Chencha hacia otro asunto.
Cuando la masa ya dobla su tamaño por segunda vez, se vacía sobre la mesa y se hace
una tira con ella. En medio se le ponen, si se desea, algunas frutas cubiertas en trozos. Si
no, solamente el muñeco de porcelana, al azar. Se enrolla la tira metiendo una punta en la
otra. Se pone sobre una lámina engrasada y enharinada con la unión hacia abajo. Se le da la
forma de rosca, dejando bastante espacio entre la misma y la orilla de la lámina, pues
todavía va a doblar su tamaño una vez más. Mientras tanto se enciende el horno para
mantener una temperatura agradable en la cocina, hasta que termine de esponjarse la masa.
Antes de introducir el muñeco de porcelana en la rosca, Tita lo observó detenidamente.
Según la tradición, la noche del 6 de enero se parte la rosca y la persona que saca el muñeco
que viene escondido dentro de ella queda obligado a celebrar una fiesta el 2 de febrero, día de
la Candelaria, cuando hay que levantar del nacimiento al niño Jesús. Desde que eran muy
niñas esta tradición se había convertido en una especie de competencia entre ella y sus
hermanas. Se consideraba muy afortunada a la que tenía la suerte de quedarse con el
muñeco. Por la noche podría pedir un deseo apretándolo fuertemente con las dos manos.
Observando detenidamente las delicadas formas del muñeco, pensaba lo fácil que era
desear cosas durante la niñez. Entonces no hay imposibles. Cuando uno crece se da cuenta
de todo lo que no se puede desear porque es algo prohibido, pecaminoso. Indecente.
¿Pero qué es la decencia? ¿Negar todo lo que uno quiere verdaderamente? Ojalá que
nunca hubiera crecido, ni conocido a Pedro, ni tuviera que desear no estar embarazada de él.
Ojalá que su madre dejara de atormentarla, de toparse con ella por todos los rincones y de
gritarle lo indigno de su proceder. ¡Ojalá que Esperanza se casara, sin que Rosaura lo
pudiera impedir y nunca conociera de estas angustias y dolores! ¡Ojalá que esta niña tuviera
la fuerza que había tenido Gertrudis para huir de la casa, en caso de ser necesario! ¡Ojalá
que Gertrudis regresara a casa, para darle a Tita el apoyo que tanto necesitaba en estos
momentos! Pidiendo estos deseos introdujo el muñeco en la rosca y la dejó sobre la mesa,
para que siguiera aumentando su tamaño.
Cuando la masa dobla su tamaño por tercera vez, se decora con las frutas cubiertas, se
barniza con huevo batido y se le pone el azúcar. Se mete al horno per veinte minutos y
después se deja enfriar.
Cuando la rosca estuvo lista, Tita le pidió a Pedro que la ayudara a llevarla a la mesa. Le
hubiera podido pedir ayuda a quien fuera, pero necesitaba hablar con él en privado.
-Pedro, necesito hablarle a solas.
-Es muy fácil, ¿por qué no va al cuarto obscuro? Ahí lo podemos hacer sin que nadie nos
moleste. Llevo muchos días esperando que vaya-
-Lo que tengo que decirle es precisamente sobre esas visitas.
La entrada de Chencha interrumpió la conversación, para informar que los Lobo acababan
de llegar a la fiesta y sólo estaban esperando por ellos para partir la rosca. Entonces a Tita y
a Pedro no les quedó otra que suspender la conversación y llevar la rosca al comedor, donde
era esperada con ansiedad. Cuando iban atravesando el pasillo, Tita vio a su madre parada
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