El copete del cardenal
En un árbol había un nido de pájaros con cinco pichones. Los pájaros dueños
del nido eran de tamaño más bien grande, de lomo gris, pecho blanco y copete
marrón. Éstos habían dicho a sus hijuelos que de madrugada, al despertarse, no se
asomaran al borde del río, pues como era el principio de la primavera, hacía frío aún y
se podían enfermar. Recién tenían permiso para asomarse al balcón del nido, cuando
el sol ya estaba alto y empezaba a calentar. Pero los pichones eran muy curiosos;
querían verlo todo y especialmente, querían ver el nacimiento del sol. Así fue que una
mañanita, desoyendo la advertencia de sus padres, cuando ya había la suficiente
claridad para distinguir las cosas, se asomaron al espacio por el borde del nido, en
momentos en que salía el sol por el oriente, y lo miraron un rato llenos de asombro y
de alegría al ver un espectáculo tan hermoso. Entonces, el sol, enterado en ese mismo
instante de la travesura de los pajaritos, satisfecho, y puede ser que un poquito
vanidoso al ver que el espectáculo de su belleza, era tan verdadero y hermoso que
hasta unos simples pichoncitos de pájaro lo comprendían y admiraban, les mandó un
rayo de luz derechito a las cabezas, tiñéndoles los copetes oscuros del rojo más vivo,
pagándoles así, con un poco de belleza, su ingenua admiración. Y andando el tiempo,
a esos pájaros de copete colorado, los hombres les dieron el nombre de cardenales.
Fernán Silva Valdés
(uruguayo)