Esperó respetuosamente unos minu-
tos hasta que el maestro notó su
presencia...
En ese momento, y como si lo estuvie-
ra esperando, giró hacia él y con
una plácida expresión, lo miró a los
ojos en silencio.
- Maestro, ayúdame. - dijo el hombre
- Pensamientos terribles asaltan mis
noches y no tengo paz ni ánimo
para descansar y disfrutar de las
cosas que vivo. Dicen que tú lo
resuelves todo. Ayúdame a escapar
de esta angustia...
El maestro sonrió y le dijo:
- Te contaré un cuento:
... Un hombre rico mandó a su criado
al mercado en busca de alimentos.
Pero a poco de llegar allí, se cruzó
con la muerte que lo miró fijamente a
los ojos.
El criado empalideció del susto y
salió corriendo dejando tras de sí
las compras y la mula. Jadeando,
llegó a casa de su amo:
- Amo, Amo!. Por favor, necesito un
caballo y algo de dinero para salir
ya mismo de la ciudad... Si salgo ya
mismo quizás llegue a Tamur antes
del anochecer... por favor amo, por
favor...!
El señor le preguntó sobre el motivo
de tan urgente pedido y el criado le
contó a borbotones su encuentro
con la muerte.
El dueño de casa pensó un instante
y alargándole una bolsa de mone-
das le dijo:
- Bien, sea. Vete. Llévate el caballo
negro que es el más veloz que
tengo.
lozmente hacia la ciudad de Tamur.
Cuando el sirviente se hubo perdido
de vista, el acaudalado hombre
caminó hacia el mercado buscando
a la muerte .
- ¿Por qué asustaste a mi sirviente? -
le preguntó en cuanto la vió.
- ¿Asustarlo yo? - preguntó la muerte.
- Sí - dijo el hombre rico - él me dijo
que hoy se cruzó contigo y lo miraste
amenazante.
- Yo no lo miré amenazante - dijo la
muerte
- lo miré sorprendida. No esperaba
verlo aquí esta tarde, porque se
supone que tengo que recogerlo en
Tamur esta noche!!
- ¿Entiendes? - preguntó
- Claro que entiendo, maestro, inten-
tar escapar de los malos pensamien-
tos es salir a buscarlos.
Huir de la muerte es ir a su encuentro.
- Así es.
- Tengo tanto que agradecerte,
maestro... - dijo el hombre - Siento
que desde esta misma noche dormiré
tan tranquilo recordando este
cuento que me levantaré sereno
casa mañana...
- Desde esta noche... - interrumpió el
anciano - no habrá más mañanas.
- No entiendo - dijo el hombre.
- Entonces... no entendiste el cuento.
El hombre, sorprendido, miró al Ilumi-
nado
y vio que la expresión de su cara, ya
no era la misma...
- Gracias amor - dijo el sirviente y,
tras besarle las manos, corrió al es-
tablo, montó el caballo y partió ve-
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Dr. Antonio SOFAN GUERRA
Coordinador academico
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