Cinéfilo 16 - Marzo 2014 | Page 62

fue importantísimo porque gran parte del diseño del FICUNAM, como yo lo sueño y como yo intento que sea, al menos desde mi persona y desde mi función, tiene que ver con esa experiencia casi iniciática que fue el BAFICI de Quintín. Digo “el BAFICI de Quintín” porque fue el BAFICI que le dio presencia, visibilidad, acción e influencia a los críticos. Fue allí donde por primera vez pude escuchar y ver a Jonathan Rosenbaum, a Adrian Martin, a Kent Jones o a David Walsh. De algún modo esa impronta de Quintín en el BAFICI fue muy inspiradora por algo que te decía antes: si no hay palabra, si no hay discurso, en algún sentido el orden de visibilidad que otorga toda imagen se diluye, se torna difuso, porque la imagen por su propia consistencia, por su propio carácter material, dura o vive en torno a su propia duración, tiene una existencia fugaz, sostenida en su paso, en su carácter de existencia breve. La diferencia entre lo que vemos sin la mediación de la cámara es que lo que está filmado puede volverse a ver, pero creo que no se retiene desde el orden de los conceptos el solo hecho de mirar. El cine produce conceptos pero solamente se llega a enunciar como tal no a través del acto de ver sino a partir de escribir o hablar sobre lo que vemos. La participación de la crítica en un festival impone y evidencia esta relación entre palabra y plano, discurso e imagen. Fueron para mí días felices aquel BAFICI al que iban los críticos, presentaban películas; el Club de las Películas Perdidas era una idea genial; era un momento en que todavía Internet no estaba tan instalado como un lugar de búsqueda de películas perdidas. Los críticos llevaban películas que no se conseguían. Ir al BAFICI era como una especie de viaje de estudios. No era ir a ver películas solamente, era un campamento de verano en una universidad, una universidad del cine; el cine se transformaba en un verdadero acto de conocimiento y tenía mucho que ver con escucharlo a Kent Jones, a Adrian Martin, a Rosenbaum… Eso le daba al festival algo que no se encontraba en otros lugares. Me acuerdo en una ocasión escucharlo a Quintín hablando con Raúl Ruiz, una de las cosas más extraordinarias que recuerdo. A veces es más interesante hablar de las películas que verlas, esto es algo que se lo he escuchado al propio Quintín, y rescatar esa pasión vinculada al saber, a este modo de saber, un saber libertario, no estructurado en torno a una currícula donde se organizan un conjunto de saberes en función de una transmisión necesaria para una determinada ciencia. No. Se trata de un saber que tiene que ver con este viaje inmóvil que permite el cine en el que uno se sienta, no se mueve y la imagen en movimiento mueve al 60 que mira hacia otras realidades. Es importante esta experiencia del cine ligada al conocimiento y la cognición. El cine trabaja no solamente en el orden de los afectos y las emociones, sino también en el orden de las ideas y las creencias. En relación a esto lo primero que se estableció en FICUNAM fue que el presidente del jurado fuera un crítico; no se dijo así pero resultó ser así: el primer año fue Rosenbaum; el segundo Hans Hurch, que no es estrictamente un crítico, pero lo acompañaba Adrian Martin; el año pasado estaba Jean-Pierre Rehm que es crítico además de programador de FIDMarseille, y también estaba Dennis Lim; y este año el presidente del jurado es Cozarinsky, que es director pero también crítico, y está Robert Koehler. Pero la importancia pasa aquí por el lugar que tiene la crítica en el orden de dictaminar en última instancia las películas que supuestamente representan más al festival. Los críticos también están presentes en otras actividades paralelas que existen desde el inicio, fundamentalmente en la tercera edición y la cuarta, lo que denominamos “El foro de la crítica permanente”, actividad asociada con la Cátedra Ingmar Bergman de Cine y Teatro, una cátedra de la UNAM que colabora con nosotros. Para terminar. Si vos fueras el presidente del jurado de la competencia, ¿a cuál le darías el premio? ¡Jajaja, eso es muy de hijo de puta! Mi premio estaría entre El lapso de vida del objeto encuadrado de Aleksander Balagura, Historia de mi muerte de Albert Serra y Que tu alegría perdure de Denis Côte, y entraría en di