experiencia se puede dar es la convocatoria. El
problema con las convocatorias, debido a que hay
tanta gente haciendo películas y tanta necesidad de
que esas películas tengan visibilidad, es que llegan
muchísimas; en FICUNAM, por ejemplo, deben
haber llegado 600 películas para esta edición… ¿y
quién va a ver las 600? Cuando tenés que ver las
películas que ya han sido seleccionadas por otros
festivales más lo que llega en las convocatorias,
terminas experimentado una especie de vida
online. Ver solamente películas no es bueno,
porque es evidente que nuestro trabajo pasa por
ver películas, pero todo programador tiene que
incorporar otros elementros que están fuera del
cine. Dicho de otro modo: se trata de detectar la
dialéctica entre cine y mundo. Un programador
debe mirar y analizar qué está sucediendo en el
mundo en todos los órdenes, ver ciertas tendencias, ciertas prácticas de la vida cotidiana, sí no
uno padece un tipo de cinefilia clausurada donde
no hay contacto con el mundo. Se nota a menudo
en muchos festivales que cuando los programadores escriben o presentan las películas no tienen un
discurso para apoyarlas, no saben qué decir de las
películas. Han aprendido una parte del oficio, que
es distinguir entre películas buenas y malas, u
objetos que tienen alguna relevancia en la discusión del cine contemporáneo, pero cuando uno va
a fondo con esta gente no saben qué decir de lo que
programan porque no hay un trabajo integral en el
que escribir, pensar, estudiar y programar constituyen actividades que se acoplan con la labor del
programador. Hay gente que programa estrictamente desde el capricho y el gusto y hay otra
figura de programador que programa más allá del
capricho y el gusto, pensando en una discusión
sobre el cine contemporáneo, donde el gusto es
una parte de la ecuación y no el único término que
articula la programación. Entonces esa línea de
búsqueda de los programadores, de ir a buscar esas
películas, de estar atento a una discusión, quizá a
veces se trata de hallar en un blog perdido una
discusión sobre un director desconocido. Hay que
estar atento y salir a buscar. Por ejemplo, en julio
del año pasado, mientras visitaba TransCinema en
Perú, en determinado momento conocí a un
muchacho que tenía 21 años y que ya tiene en su
haber tres o cuatro películas, un cinéfilo empedernido. Todavía no he tenido tiempo de ver todas sus
películas a fondo pero ni bien termine FICUNAM
pienso hacerlo y ver qué puedo hacer. Se llama
Farid Rodríguez, un chico de Perú. Ésa es la tarea,
estar atento a estos casos escasos que a veces
aparecen, y apostar sin grandes certezas sobre una
película o una obra desconocidas. Es una parte de
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la tarea de programación, como salir en una
expedición del siglo 19 a tierras desconocidas, en
un barco que quizá no está en las mejores condiciones pero al que uno se sube porque puede
encontrar especies que no coinciden con las que
uno ya ha aprendido a clasificar, codificar y
comprender. Es difícil porque uno se puede
equivocar, pero si encuentra una especie que le
parece original, que tiene algún tipo de diferencia
respecto a lo que está acostumbrado a ver, ésa es
para mí una película que hay que programar. Éstas
son las dos grandes líneas de la programación.
Por último creo que todo programador, aunque su
festival sea un festival de cine contemporáneo, no
debe perder bajo ningún punto de vista la relación
del cine contemporáneo con el cine clásico.
Aunque no programe cine clásico uno tiene que
encontrar sus puntos de referencia con estas otras
películas novedosas y raras, y articularlas en la
programación. Si en Tres D, la película de Rosendo Ruiz, Jorge García dice que los críticos de cine
creen que el cine se inventó en el estreno de
Cuando Harry conoció a Sally, en materia de
programación diría que pasa lo mismo, y es muy
riesgoso perder una perspectiva genalógica.
Cuando uno ve que la Viennale propone una
retrospectiva de Will Ferrell y al mismo tiempo se
suma una sección donde están las dos últimas y
una de las primeras películas de Straub, ahí hay
alguien que está pensando de otra manera el cine
contemporáneo. Porque si bien se ha dado cuenta
que hay algo que sucede dentro del propio esquema de producción de las comedias estadounidenses (yo creo que se exagera con la idea de la Nueva
Comedia Americana), lo que Hans Hurch hace
muy bien es hacer coexistir a Will Ferrell junto con
Jerry Lewis y con Straub, sugiriendo que el cine no
es una discontinuidad guiada o determinada por las
cadenas de producción a gran escala, sino que hay
tradiciones, hay concepciones, y el presente tiene
una relación con su pasado en materia cinematográfica. Ese sería un tercer nivel de la programación que en lo personal veo muy pocas veces. Lo
que veo es un conocimiento de un sector del cine
contemporáneo, gente a la que le interesa la articulación del cine contemporáneo con otras artes
visuales, pero la ligazón con la tradición clásica
permanece ausente en muchos festivales que
conozco.
Me interesa esa expedición del programador a
la caza de algo nuevo, distinto, en la que
también se juega el lograr una voz propia como
programador. En tu caso, ¿qué es lo que buscas
en las películas, qué te llama la atención, qué