Cinéfilo 16 - Marzo 2014 | Page 56

experiencia se puede dar es la convocatoria. El problema con las convocatorias, debido a que hay tanta gente haciendo películas y tanta necesidad de que esas películas tengan visibilidad, es que llegan muchísimas; en FICUNAM, por ejemplo, deben haber llegado 600 películas para esta edición… ¿y quién va a ver las 600? Cuando tenés que ver las películas que ya han sido seleccionadas por otros festivales más lo que llega en las convocatorias, terminas experimentado una especie de vida online. Ver solamente películas no es bueno, porque es evidente que nuestro trabajo pasa por ver películas, pero todo programador tiene que incorporar otros elementros que están fuera del cine. Dicho de otro modo: se trata de detectar la dialéctica entre cine y mundo. Un programador debe mirar y analizar qué está sucediendo en el mundo en todos los órdenes, ver ciertas tendencias, ciertas prácticas de la vida cotidiana, sí no uno padece un tipo de cinefilia clausurada donde no hay contacto con el mundo. Se nota a menudo en muchos festivales que cuando los programadores escriben o presentan las películas no tienen un discurso para apoyarlas, no saben qué decir de las películas. Han aprendido una parte del oficio, que es distinguir entre películas buenas y malas, u objetos que tienen alguna relevancia en la discusión del cine contemporáneo, pero cuando uno va a fondo con esta gente no saben qué decir de lo que programan porque no hay un trabajo integral en el que escribir, pensar, estudiar y programar constituyen actividades que se acoplan con la labor del programador. Hay gente que programa estrictamente desde el capricho y el gusto y hay otra figura de programador que programa más allá del capricho y el gusto, pensando en una discusión sobre el cine contemporáneo, donde el gusto es una parte de la ecuación y no el único término que articula la programación. Entonces esa línea de búsqueda de los programadores, de ir a buscar esas películas, de estar atento a una discusión, quizá a veces se trata de hallar en un blog perdido una discusión sobre un director desconocido. Hay que estar atento y salir a buscar. Por ejemplo, en julio del año pasado, mientras visitaba TransCinema en Perú, en determinado momento conocí a un muchacho que tenía 21 años y que ya tiene en su haber tres o cuatro películas, un cinéfilo empedernido. Todavía no he tenido tiempo de ver todas sus películas a fondo pero ni bien termine FICUNAM pienso hacerlo y ver qué puedo hacer. Se llama Farid Rodríguez, un chico de Perú. Ésa es la tarea, estar atento a estos casos escasos que a veces aparecen, y apostar sin grandes certezas sobre una película o una obra desconocidas. Es una parte de 54 la tarea de programación, como salir en una expedición del siglo 19 a tierras desconocidas, en un barco que quizá no está en las mejores condiciones pero al que uno se sube porque puede encontrar especies que no coinciden con las que uno ya ha aprendido a clasificar, codificar y comprender. Es difícil porque uno se puede equivocar, pero si encuentra una especie que le parece original, que tiene algún tipo de diferencia respecto a lo que está acostumbrado a ver, ésa es para mí una película que hay que programar. Éstas son las dos grandes líneas de la programación. Por último creo que todo programador, aunque su festival sea un festival de cine contemporáneo, no debe perder bajo ningún punto de vista la relación del cine contemporáneo con el cine clásico. Aunque no programe cine clásico uno tiene que encontrar sus puntos de referencia con estas otras películas novedosas y raras, y articularlas en la programación. Si en Tres D, la película de Rosendo Ruiz, Jorge García dice que los críticos de cine creen que el cine se inventó en el estreno de Cuando Harry conoció a Sally, en materia de programación diría que pasa lo mismo, y es muy riesgoso perder una perspectiva genalógica. Cuando uno ve que la Viennale propone una retrospectiva de Will Ferrell y al mismo tiempo se suma una sección donde están las dos últimas y una de las primeras películas de Straub, ahí hay alguien que está pensando de otra manera el cine contemporáneo. Porque si bien se ha dado cuenta que hay algo que sucede dentro del propio esquema de producción de las comedias estadounidenses (yo creo que se exagera con la idea de la Nueva Comedia Americana), lo que Hans Hurch hace muy bien es hacer coexistir a Will Ferrell junto con Jerry Lewis y con Straub, sugiriendo que el cine no es una discontinuidad guiada o determinada por las cadenas de producción a gran escala, sino que hay tradiciones, hay concepciones, y el presente tiene una relación con su pasado en materia cinematográfica. Ese sería un tercer nivel de la programación que en lo personal veo muy pocas veces. Lo que veo es un conocimiento de un sector del cine contemporáneo, gente a la que le interesa la articulación del cine contemporáneo con otras artes visuales, pero la ligazón con la tradición clásica permanece ausente en muchos festivales que conozco. Me interesa esa expedición del programador a la caza de algo nuevo, distinto, en la que también se juega el lograr una voz propia como programador. En tu caso, ¿qué es lo que buscas en las películas, qué te llama la atención, qué