Cinéfilo 16 - Marzo 2014 | Page 27

El fin y el principio. Hay algo que lamento y es que nunca voy a ser un verdadero espectador para descubrir mis propias películas. Siempre es una gran decepción hacer una película. Porque claro, uno es el único que conoce la distancia entre lo que tenía en mente al principio y el resultado final. Robert Bresson decía: “La película es asesinada una primera vez en el papel. Luego renace a los ojos del director cuando está ante los actores y el decorado. Pero después muere y vuelve a nacer en el montaje”. Me gusta mucho esa idea. Una y otra vez me digo que hay algo muy hermoso en que uno confronta el ideal con la realidad y siempre gana lo real, incluso si es decepcionante. Cuando uno busca los actores, nunca se parecen a lo que uno había imaginado, pero sí le dan un cuerpo al personaje, una densidad, porque cuando uno se lo imagina el personaje es como viento, algo muy evanescente, sin mucha consistencia. Cuando uno al principio ve los rushes, las primeras imágenes, siempre es algo muy deprimente y uno piensa: “Dios, qué voy a hacer con esto”. Pero después, como dice Bresson, afortunadamente eso resucita en el montaje. Es un combate entre la decepción y la exaltación del proyecto, algo muy raro. Personalmente, siempre me siento muy decepcionado al final. Pero como la insatisfacción es el motor de mi existencia termino haciendo otra película. Entonces no está tan mal, es una insatisfacción muy productiva. Es lo mismo que pasa en la vida: entre lo que uno quisiera hacer y lo que uno hace siempre hay una distancia, una diferencia considera