Chubasco en Primavera
La última muerte
Habla un rostro angelical:
“De todas las voces que aún deambulan como ecos, no todas son
escuchadas, no todas llegan a las frecuencias, hay existencias tan
alejadas en la cordillera que apenas si se las siente respirar. El ocaso
del sonido es en el silencio, su primera muerte es sonora, cuando
junto a todo y todos no es más que un zumbido, un mosquito mo-
lesto al que se lo aplasta con la indiferencia hasta que se apaga. La
segunda muerte es en el recuerdo, una imagen acústica absorbida
por el tiempo, el olvido, el noséqué, el nosécómo, y nuevas voces
que se aman más y a las escucha más fuerte, tanto que aturden
el espacio mnémico y tiñen las otras hasta que se confuden y se
pierden en las que gritan. La tercera muerte, es efigie, cuando son
representadas, articuladas solo como algo tallado en una placa, la
memoria de una memoria que no se recuerda a sí, sino que está
hecha para impresionar a los demás, una muerte maniquí, que
destroza los últimos filamentos antes de volverse un adorno, que
solo ornamenta por más que se la recuerde como la frase de un tal
Pablo Neruda que haya dicho “El amor es como un chubasco en
primavera”. La cuarta muerte, la peor, es la probabilidad de nunca
haber sido, solo una frase que cree entenderse de la boca de un
rostro angelical pero que años después será duda, angustia, super-
ficialidad de poeta”.
Yo no sé, mirá, es terrible como ca