Chubasco en Primavera Nº 8 | Page 26

Chubasco en Primavera El mito del bosque en primavera Cuando me agobió la razón, decidí sumergirme en el bosque. Me interné en él. La primavera atraía con su luz, el trino pare- cía provenir de los árboles y el envolvente verde pintaba todo mi cuerpo. De repente, noté que mis pies se perdían entre el pasto. Ya no sabía dónde terminaba yo y dónde empezaba el bosque. ¿Había límites precisos? Mis sensaciones eran contra- dictorias, al punto de que en mí algo quería irse y algo deseaba quedarse. Por ello, cuando intenté huir, el aroma primaveral de las flores me atrapó. Mis pies se sentían como raíces; result- aba imposible correr, incluso caminar. Encima, la fragancia penetraba más, atravesando incluso mi corteza y quitándome la poca lucidez que aún conservaba. El viento golpeó fuerte y logró sacudirme, porque aunque tenía raíces firmes, mis bra- zos (o ramas) danzaban débilmente de aquí para allá. Para no caerme me apoyé en otro árbol que cerca se encontraba. Así fue que por debajo del constante gorjeo oí un leve sonido. Era un susurro, parecía provenir de adentro del Laurel, como si quisiera decirme algo. Luego lo oí de las flores, y ahí me per- caté de que la primavera llamaba. A partir de ese momento no hubo vuelta atrás, no hubo salida. Ahora no estoy en él, ahora soy él. Hoy ha chubasqueado.