Chubasco en Primavera
El mito del bosque en primavera
Cuando me agobió la razón, decidí sumergirme en el bosque.
Me interné en él. La primavera atraía con su luz, el trino pare-
cía provenir de los árboles y el envolvente verde pintaba todo
mi cuerpo. De repente, noté que mis pies se perdían entre el
pasto. Ya no sabía dónde terminaba yo y dónde empezaba el
bosque. ¿Había límites precisos? Mis sensaciones eran contra-
dictorias, al punto de que en mí algo quería irse y algo deseaba
quedarse. Por ello, cuando intenté huir, el aroma primaveral
de las flores me atrapó. Mis pies se sentían como raíces; result-
aba imposible correr, incluso caminar. Encima, la fragancia
penetraba más, atravesando incluso mi corteza y quitándome
la poca lucidez que aún conservaba. El viento golpeó fuerte y
logró sacudirme, porque aunque tenía raíces firmes, mis bra-
zos (o ramas) danzaban débilmente de aquí para allá. Para no
caerme me apoyé en otro árbol que cerca se encontraba. Así
fue que por debajo del constante gorjeo oí un leve sonido. Era
un susurro, parecía provenir de adentro del Laurel, como si
quisiera decirme algo. Luego lo oí de las flores, y ahí me per-
caté de que la primavera llamaba. A partir de ese momento no
hubo vuelta atrás, no hubo salida. Ahora no estoy en él, ahora
soy él.
Hoy ha chubasqueado.