EL ÚLTIMO RECUERDO DE BONNIE Y CLYDE
autora: I.J. Hernández
Imagina unos zapatos de tacón. Olvida la marca. Concéntrate (no olvides que la
literatura es la vida concentrada en palabras). Por amor de Dios, que la primera
imagen no sea Cenicienta. Olvida la piedra y levántate (el deslizamiento gravi-
tacional es cosa de montañas). Olvida que la vida es sueño (bueno, esto mejor
no lo olvides). Ahora, imagina unos pies de mujer dentro de unos zapatos de
tacón. Hela ahí: anda, aunque pareciera que levita sobre tus sienes. Tus cejas se
electrocutan. Algo dentro de ti te dice que estás delirando. Majara es la palabra
sagrada. Cierras los ojos. Evidentemente, ya no puedes leer.
Escucha… ¿Puedes escucharlo? La mujer de tus sueños se ha roto uno de los
tacones. No se lamenta. No lamenta a los muertos ni a los que caminan des-
calzos sobre cristales llameantes. No piensa regresar a casa en busca de otros
zapatos. No piensa caminar descalza porque para eso Dios inventó al tipo que
pensó que Dios había olvidado inventar los primeros “zapatos” de la historia. No
piensa en las teorías conspirativas sobre el origen alienígena de los despistes.
Sí, la mujer de tus sueños rompe el tacón del otro zapato. El sonido rompe la
barrera del sonido. Sus pasos se nutren de ovejas eléctricas. Adopta la posición
de loto para pintar sus huellas, pegajosas e indestructibles, con el carmín de
tus arterias. Y camina, que ya lo dijo Machado… y llega a ti. Y te besa, que pa´
eso es la mujer de tus sueños. Y, entonces, abrumado por la invisibilidad de sus
labios, despiertas húmedo como el típico cenagal de pesadilla en Elm Street.
Coges la polaroid de la mesilla de noche. Te haces un selfi ochentero. Sin lugar
a dudas, eres un personaje de un relato que no merece ser recordado. Afligido,
acaso aterrorizado, juras por todos los dioses nuevos y antiguos que te olvi-
darás de ti mismo. Es en ese momento, y no en cualquier otro instante de tus
circunstancias y tú, cuando la mujer de tus sueños recoge los tacones del suelo.
Una reacción en cadena impide que pongas los pies en la tierra. Para entonces,
la mujer de tus sueños utiliza los tacones a modo de pistola. Aprieta el gatillo,
una vez y otra y otra más con similar destreza, como si disparara al Ford V8 de
Bonnie y Clyde con un tanque de guerra. El vehículo se detiene. Un ciervo cruza
la carretera.
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