Chubasco en Primavera N° 13 | Page 26

UNA PLEGARIA DE INFANCIA Y UN CONSEJO INFAME LUCRECIA VON TRIER I Dime Dios, si tu sabiduría te lo permite: ¿Qué hay Dios, de pecado en mi infancia? ¿Por qué ponen la infamia, en mi pequeña voz? No pésame Dios mío. No dejaré penitentes, ni sombra que entre, en mi secreto querido. ¿Por qué ponen su desprecio, en algo que no entiendo, ni te nombro por temor? ¿Qué hay de sagrado en mi silencio? Mis cinco años son muy nuevos, para entender el mal de mi tesoro. II Y ahora les digo: dejen que muestren sus lenguas, que escupan su veneno y lloren azufre. Que las bocas sean abismos que traen un eco putrefacto. Dejen que nombren mal y pronto, que inventen infiernos que son propios. Déjenlos en su libertad de santos frívolos. Es un consejo de quien creció rodeada de espinas: algunos se las ponen en la cabeza, otros las usan como cilicios; los peores las usan contra el prójimo. Dejen que se muestren: No les permitan el lujo del eufemismo. No les presten palabras que sirvan al martirio. El silencio es una estrategia peligrosa, que prefiero adoptar a enfrentar. Recuerden esto: quien aprende a orar, aprende a maldecir.