POESÍA
MORENA
PONCE
¿Cómo empieza tu proceso creativo?
Creo que el proceso comienza como
una necesidad interna de explorar de
otra manera mis emociones, de poder
palparlas, de poder reconocerlas y de
poder así comprenderme, serme más
íntima, más sincera. El tiempo me trajo
muchas cosas hermosas, fuimos mutan-
do, ambas, la poesía y yo. Somos com-
pañeras.
¿Escribís para vos o para otrxs?
Escribo para mí y cuando necesito ha-
cerlo. De la mano de la escritura me
han pasado muchas cosas hermosas, he
conocido a mucha gente, he vivido expe-
riencias muy lindas de las que estoy muy
agradecida y por las cuales he crecido
mucho, pero realmente escribo porque
es algo que me nace hacer, que me hace
bien a mi como persona.
¿Creés en la inspiración, en el trabajo
constante o en ambas cosas?
Creo en ambas cosas, creo que van de
la mano. A lo largo del tiempo he ido
encontrándome con una responsabili-
dad propia por lo que hago, sé que me
gustaría vivir en esto y de esto, por eso
también quiero indagar y hacer todo lo
relacionado con la escritura que pueda
y esté a mi alcance. Me gustaría poder
perfeccionarme para hacer llegar de una
mejor manera todo esto que me inter-
pela.
I - II-
Qué difícil
puede ser
amarnos
en una sociedad
que no está preparada
para deleitar nuestros besos. La encontré tiempo después,
y no nos reconocimos.
que poco comprenden
los que ven por el hombro,
las ganas que tenemos
de desarmarnos con caricias
contra cualquier pared y
encima de cualquier mesa.
que nulo sería explicarles
que lo que arde dentro nuestro
calienta más que cualquiera
de sus insultos y comentarios.
que placer querida,
que formemos parte de lo que incomo-
da
y destruye murallas mentales
con tan solo ejercer el amor que nos
mueve.
Sí, éramos las que nos habíamos besa-
do
con frenesí madrugadas enteras,
y también las que habíamos tomado
café
en cada bar de la Capital,
las que habían aprendido a amarse
en pocos días y las que tardaron meses
en dejarse ir.
Eramos las mismas,
pero no nos reconocimos.
Ella ya no pateaba un futuro incierto,
y yo ya no cargaba una ausencia seca.
Eramos las mismas
y sernos auto suficientes
nos había cambiado
o nos había esclarecido
por fin,
la forma de amar.