ELI TOMASSINI
ESPIRAL
NO SOY UN EXTRAÑO
Está ahí,
acá.
Acecha
como una fiera
que se prepara
sigilosa
para atacar. Me abalanzo
me estoy viniendo
y siento bullir
la intensa
y paciente espera
que sabe,
vengo por mí.
Con una distancia
reservada
golpea
suave y contundente. Yo soy la presa.
Yo soy la fiera.
Me llena
una adrenalina tranquila
porque sé
en cualquier momento
va a llover
y esas nubes
que laten suspendidas
ahí arriba,
acá dentro
ya son agua.
No me interesa
el preciso instante
en que caiga
la primera gota.
Lo que está
a punto de estallar
es
orgasmo.
Tengo que llorar
y cuando lo haga
voy a ser
una sola lágrima
entera
cayendo
a punto de estampar
contra un suelo duro.
Salgo poco.
A veces asomo
y tiemblo.
Soy más chiquita que mi edad.
Sin cuerpo
no hay ancla.
Si todo es agua,
¿alguien se animará?
Mi codo izquierdo
apoyado en la ventana
y la mano en el volante.
A la máxima permitida,
canto a coro con la radio:
“dos veces con la misma red”.
Acelero
y paso a un par de autos.
Quiero llegar a casa,
ver a los gatos
que empujen mi mano
con sus cabecitas
para que los siga acariciando.
Ahí mismo
me doy cuenta
un poco orgullosa de mí,
otro poco
casi frustrada:
ya sé manejar.
Hace tres meses
saqué el carnet.
Hace un mes y medio
tengo el auto.
Y ya puedo manejar.
Llego a casa.
Vos estas cocinando.
Berta y Hugo se acercan.
¿Qué camino hice?
¿Qué avenidas agarré?
¿Cómo estaba el tanque,
el tráfico? ¿Y el cielo?
¿Solté el embrague cuando
aceleré?
Ya manejo,
sin estar manejando.
Como ahora
que estamos
a punto de comer
y veo tus ojos mirarme
y tus labios moverse
y lo único que oigo
es esta voz
que entra y me pregunta
si con vos
será lo mismo.
Si te estaré amando
así
sin amarte.