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constitucionales a fin de dar reconocimiento a los
derechos ciudadanos de las mujeres, no fue sino
en 1947, durante la administración de Miguel
Alemán, cuando se otorgó el voto femenino para
los comicios municipales. Finalmente, en 1953,
Adolfo Ruiz Cortines concedió el sufragio femenino
y así, por primera vez, la mujer mexicana ejerció su
derecho al voto en elecciones federales.
La década de los setenta fue testigo de manifes-
taciones y organizaciones obrero-campesinas en
donde la presencia de la mujer no dio marcha
atrás y siempre estuvo al frente de la lucha.
En 1975, Eleanor Roosevelt, por iniciativa de la
ONU, organizó en México el Año Internacional de
la Mujer. Para ello, Luis Echeverría creó el Conse-
jo Nacional de Población con el fin de coordinar,
entre otras cosas, tareas de reivindicación de la
mujer.
Ese año fue trascendental para México, no sólo
por ser sede de un evento de gran magnitud, sino
porque, gracias a una modificación constitucio-
nal, los logros de la lucha de la mujer mexicana se
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Informes
hacían palpables. Con satisfacción se podía leer
el siguiente texto de la Carta Magna: “el varón y
la mujer son iguales ante la ley, ésta protegerá
la organización y el desarrollo de la familia. Toda
persona tiene derecho de decidir de manera libre,
responsable e informada sobre el número de hijos
que desea tener”.
Hoy día, tanto en México como en el mundo, el
8 de marzo se ha convertido en una ocasión para
examinar las acciones emprendidas en beneficio
de las mujeres, teniendo como eje central la equi-
dad de género, la atención a la salud, la educación
y el empleo para su integración a la sociedad. Este
8 de marzo, a más de 100 años de haberse pro-
clamado en Copenhague la celebración del Día
Internacional de la Mujer Trabajadora, es buen
momento para retroceder, reparar y pensar en
qué tipo de sociedad se está construyendo, falta
mucho por hacer en un mundo en el que poco más
de la mitad de la población pertenece al género
femenino.
55.4323.2696 y 777.203.2530