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Más aún, tratándose de niños muy pequeños, lo más
probable es que ellos ni siquiera tengan una noción del
precio de cada una de las cosas.
Participar con ellos cuando hacen sus listas de regalos,
es una buena forma de asegurarnos de que todos van
a quedar igualmente complacidos con lo que reciban.
Por ejemplo, si uno de ellos tiene especial interés en
un juguete que es mucho menos costoso que el que
pide otro niño, no trate de igualarlos aritméticamente.
Lo más probable es que ellos ni siquiera piensen en el
precio de cada cosa, sino en el deseo que quieren ver
complacido.
Deje que cada cual, dentro de límites razonables, reciba
los regalos que más desea, y no se reproche porque los
regalos de uno, en conjunto, tal vez hayan sido más cos-
tosos o de mejor calidad que los del otro. Recuerde que
lo que usted está tratando de hacer es verlos felices a
todos, no de repartir a partes estrictamente iguales los
dividendos de un negocio. Lo que importa es que cada
uno de ellos reciba su regalo especial, el que más alegría
le cause, y que le sea entregado con mucho cariño, no
necesariamente regalos de igual valor económico. Claro
está que debemos ser justos con todos nuestros hijos,
pero la igualdad pecuniaria en el valor de los regalos no
es la mejor forma de expresar esa justicia, ni tampoco
nuestro amor por los demás.
CONVERTIR LOS REGALOS DE NAVIDAD Y REYES EN
OPORTUNIDAD DE PREMIAR O CASTIGAR BUENAS Y
MALAS CONDUCTAS
“Este es uno de los peores errores que pueden cometer
los padres, y una de las formas más dañinas de falsear el
verdade¬ro espíritu navideño y la armonía de la familia,
afirma el Dr. Salvador A. Riaño, psicólogo infantil. “Ade-
más, en general es muy mala política utilizar los regalos
materiales como forma de orientar la conducta de los
niños, ya se trate de las Navidades o de cualquier otra
época del año. Pero hacerlo en Navidad es aún peor.
Por suerte, no son muchos los padres que cometen este
error, pero lo ideal es que ninguno lo cometa”.
El proporcionar a nuestros hijos unas Navidades muy
felices, de ésas que pue¬den recordarse con alegría e,
incluso, con cierta nostalgia positiva el resto de la vida,
no depende sólo de los regalos que les compremos. De-
pende de muchos otros factores. Esta es una época en
la que padres y madres deben concederse un poco más
de tiempo para compartirlo con sus hijos, jugando con
ellos, llevándolos de paseo a algún sitio especial, acen-
tuando (con las acciones más que con las palabras) el
espíritu de amor y de unión de la familia.
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En fin, las Navidades nos brindan una oportunidad ex-
cepcional para armonizar, no para dividir ni discrepar.
Incluso, la conducta negativa de muchos niños puede
llegar a mejorar a través de unas Navidades felices,
compartidas con sus padres y hermanos. Sería en ex-
tremo negativo desaprovechar, echándola a perder, esa
oportunidad tan especial que nos ofrece la temporada
navideña. Y si, pasadas las Navidades seguimos culti-
vando ese mismo espíritu de compenetración, vamos a
formar un hogar más feliz y más unido.
Durante estas fiestas, no trate de seguir un horario pre-
determinado. Ni se oponga a que sus hijos se excedan
un poco en las golosinas... ¡Dejen las dietas para otra
época!
EL PROBLEMA DE MANTENER LAS RUTINAS Y LOS
HORARIOS HABITUALES DE LOS NIÑOS
¡Sea realista y olvídese! ¡No se vuelva una fanática del
rigor de las rutinas preestablecidas! Seguramente usted
y su esposo, por mucho empeño que pongan en cuidar
su dieta y mantener su régimen de ejercicios, van a ter-
minar la temporada navideña con un par de kilos más,
¡por lo menos! Esto es casi inevitable. Las fiestas de Na-
vidad y Año Nuevo son una época muy especial del año,
en la que todos, tanto adultos como niños, nos salimos
bastante de la rutina habitual. Y no es de lamentar. A
todos nos hacen falta estos “escapes” y estos cambios
de vez en cuando, siempre que los “desarreglos” no lle-
guen a excesos realmente nocivos. Mientras se manten-
gan dentro de límites más o menos moderados, no hay
que preocuparse.
Así, va a resultar prácticamente imposible hacer que los
niños observen fielmente su rutina ordinaria de todos
los días. Van a estar un poco sobreexcitados, y es na-
tural.
Seguramente no querrán irse a la cama a la hora acos-
tumbrada y es cierto que se van a exceder un poco en
el consumo de dulces y golosinas. Mientras no se exa-
geren mucho las cosas, esto no les va a perjudicar, ni
tampoco, pasadas las fiestas, va a ser muy difícil que las
aguas vuelvan a su nivel.
Admitiendo estas realidades, trate de hacer lo que bue-
namente pueda para que las rutinas y los horarios de los
niños, sobre todo los de los más pequeños, se alteren
lo menos posible; pero no pretenda ser “perfeccionis-
ta” en los días navideños, ni se obsesione con mante-
ner los mismos patro¬nes de disciplina estricta que ha
establecido para el resto del año. En la práctica, no va a
ser posible y, además, esa preocupación suya, si la lleva
al extremo, sólo va a servir para restarles alegría y es-
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Informes
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