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Por la Dra. Raquel García-Jones La época de Navidad, sin lugar a dudas, es la más hermosa del año, sobre todo si hay niños en casa. En los preparativos, que pueden ser muy diverti- dos, se les puede dar a los niños bastante participa- ción, aunque no siempre están exentos de proble- mas. Sin embargo, previéndolos e identificándolos a tiempo, no es difícil eliminarlos o, por lo menos, reducirlos a su mínima expresión. Veamos algunos de los que se presentan más a menudo para las pa- rejas con hijos pequeños. EL TEMOR A DEFRAUDAR A NUESTROS HIJOS EN LO QUE CONCIERNE A SUS REGALOS. ¿Nunca ha leído una carta de un niño dirigida a Santa Claus o a los Reyes Magos? Casi siempre son muy cómicas, y algunas hasta tienen un toque emotivo o sentimental, pero lo que todas tienen en común, salvo rarísimas excepciones, es que las listas de regalos que piden los pequeños son larguí- simas. Prácticamente quieren que les muden la ju- guetería entera para la casa. Esto, obviamente, no es posible por razones económicas y prácticas. Y, si lo fuera, tampoco es lo más aconsejable incurrir en excesos. ¿Cuál es el mejor enfoque para resolver estas situaciones? Casi todos los psicólogos coinciden en recomendar que lo peor que puede hacerse es permitir que los niños se forjen falsas esperanzas respecto a los re- galos que van a recibir. Un buen sistema es que los papás (cualquiera de ellos o ambos) dediquen un poco de tiempo a sentarse con sus hijos para hacer entre todos la lista de los regalos. Esta experiencia puede ser muy positiva, por una parte, les da a los niños una buena oportunidad de soñar despiertos, imaginando en sus fantasías todo lo que quisieran pedir, cosa que, a esa tierna edad, les conviene de vez en cuando. Por otra, ofrece a los padres la po- sibilidad de razonar con los niños e ir enseñándoles a tener sus prioridades. De lo que se trata en definitiva, es de traducir las ilusiones infantiles a la realidad de lo posible, y la de la Navidad nos brinda una buena oportunidad para hacer esto sin sermones ni regaños, sino en una atmósfera alegre y divertida, y en forma razo- nada. A un niño, aún cuando sea muy pequeño, se le puede hacer ver que los medios de Santa Claus y los Reyes Magos son limitados; que tienen que atender a las peticiones de millones de niños en todas partes y que les resulta totalmente imposi- ble complacer todas las solicitudes. Es necesario limitar éstas a sólo unas cuantas y reducir la lista (aquellas cosas que el niño realmente desea más, suprimiendo otras). Sobre estas bases, ya los pequeños se forman una idea bastante fiel de lo que esperan recibir y al abrir sus regalos en la mañana de Navidad o el Día de Reyes, no habrá decepciones ni caritas tristes. Una buena idea es añadir a la lista de los niños (una vez que hemos logrado que la reduzcan a proporciones manejables), sin que ellos lo sepan, alguna sorpresa que ni siquiera se imaginan, pero que los papás saben que a los pequeños les va a gustar. No tiene que ser nada muy costoso. Al con- trario, puede tratarse de algo muy sencillo, pero que sabemos que a los niños le va a agradar en una forma especial. El encontrar una o dos de estas sorpresas, junto a todas las otras cosas que más o menos ya esperaban, le añade un toque extra de felicidad a la entrega de regalos, haciendo, incluso, que ellos se olviden de alguna otra cosa o juguete que hubieran querido tener y no se les ha podido comprar. EL PROBLEMA DE NO COMETER “INJUSTICIAS” CON LOS REGALOS CUANDO SON VARIOS HERMANITOS Esto, para algunos padres, se convierte en motivo de verdadero agobio. Temen ser más generosos con uno de sus hijos que con los otros. En realidad, esto no debe constituir un motivo de seria preocu- pación. No hay que pensar, por ejemplo, que hay que invertir exactamente la misma cantidad de dinero en los regalos de cada uno de sus hijos. El valor y la alegría que causan a los niños los rega- los navideños no pueden medirse por el precio de cada objeto. Continúa en la pág. 18 12 Informes 203.2530 y 01 (55) 4323.2696