CHICAS DE ALAMBRE LAS-CHICAS-DE-ALAMBRE | Page 93

exclusiva, sin tener en cuenta que pueda hacer daño a alguien. Déjeme que le haga una pregunta: ¿a quién puedo hacerle daño? Sólo quedan usted y la tía de Vania, que, por lo que vi, está muy tranquila sin preocuparse demasiado de si está viva o muerta. ¡No queda nadie, salvo la propia Vania si...! —¡Queda su recuerdo, su memoria! —Entonces... —me puse pálido, comprendiendo lo que dejaban entrever sus palabras—. ¿Está muerta? Y la respuesta de Noraima me dejó absolutamente aplastado: —Por supuesto que lo está. ¿O creía usted que iba a encontrarla aquí? XIX Supo que me acababa de hacer daño. Y supo también, en ese mismo momento, que yo era sincero. Pero mantuvo su boca cerrada, sin quitarme ojo de encima. Yo me fijé de nuevo en sus manos, cuidadas y limpias, muy bellas, sin ninguna clase de ornamentos. —¿Dónde se encuentra? —quise saber una eternidad después. —¿Va a buscar su tumba? —Sí. —No se dará por vencido. —No. —Está bien —asintió con la cabeza; no exactamente irritada, aunque sí resignada por el acorralamiento—. Supongo que se lo ha ganado, y que, como bien dice, tarde o temprano volverá otro. Es capaz de remover toda la isla. —Lo haría —aseguré. —¿Tiene coche? —Sí. —Vamonos. Se puso en pie. Yo la imité. Ni siquiera recogió algo o se cambió de ropa. Tampoco cerró la puerta con llave. Salimos de la casa y nos metimos en mi coche de alquiler. Me pidió que no pusiera el aire acondicionado, que le molestaba la garganta. Después me guió. —Siga recto hasta el cruce, luego a la izquierda y tome la 2A. —¿Adonde vamos? —A Santa Ana. No recordaba haberlo visto. —¿Es un pueblo? —Una iglesia, pasado Noord. Supe que no iba a sacarle más, aunque, de cualquier forma, sabía ya nuestro destino. No su ubicación, pero sí nuestro destino en términos globales. ¿Dónde acabamos todos tarde o temprano? Conduje con nervios, demasiados nervios. Estuve a punto de tener un accidente a la 93