con Barbara Hunt...
—No ha perdido el tiempo.
—Un poco sí. Nadie sabe nada de Vania. Para unos está muerta. Para otros simplemente
ha desaparecido. Es un misterio que esos diez años se han encargado de perpetuar y dotar
de vida propia.
—Así que está usted trabajando a conciencia en el tema.
—Nuestra revista es la más importante de España, y también es muy seria —dejé ir, por
si acaso.
—Da lo mismo que sea seria o amarilla. Quiere lo que todas: remover el pasado, publicar
una exclusiva, sin tener en cuenta que pueda hacer daño a alguien.
—¿A quién le puede hacer daño la verdad?
No respondió. Sostuvo mi mirada con un poco más de energía que antes. Traté de
recuperar su confianza. Incluso intenté ser el Jon que decía mi madre que era: aquel que
despertaba el instinto maternal de las mujeres.
—Noraima, usted estuvo siempre con ella —dije suavemente—. Fue la persona más
importante de su vida después de su madre.
—Y de Jess y Cyrille.
—Ellas eran sus amigas, sus hermanas. Usted fue más que eso.
—Porque siempre estuvo sola. Muchas personas famosas, importantes, célebres, artistas,
lo están.
—Viven en su mundo, y son vulnerables.
—Sí —me confirmó.
—La quería mucho, ¿verdad?
—Mucho es poco —sonrió con dulzura—. Fue la hija que se me murió con apenas cinco
añitos de edad. Entre las dos, y desde el primer día, surgió algo que está por encima de la
amistad. Siempre la consideré mi propia hija; de la misma forma que ella me consideró
su madre.
—¿Qué sucedió exactamente?
—Debe usted saberlo si es que está investigando tanto.
—Sé que Vania no fue feliz, que su fallido matrimonio la afectó, que su delgadez acabó
pasándole factura, y que las muertes de Cyrille y de Jess la hundieron por completo hasta
llevarla al límite.
—Entonces no sabe mucho —consideró ella.
—Cuéntemelo usted.
—Vania era espec ial —se arrancó, tras un prolongado suspiro en el cual se miró las
manos, muy cuidadas y limpias—. Especial en todo. Era una persona sensible, buena,
encantadora, romántica, emotiva. Un ser humano lleno de luz metido en el rostro y el
cuerpo de una mujer que supo cautivar al mundo con ella.
—¿Disfrutaba con lo que hacía?
—Al comienzo, sí. ¿Quién no quiere el éxito en lo que hace? Pero la diferencia entre ser
modelo y ser top model es muy fuerte. Un abismo. Las tops estaban ya en el ojo del
huracán, eran noticia en sí mismas, personajes públicos. En los últimos tres años, desde
antes de casarse con aquel hombre, Vania ya no era así. No estaba delgada por necesidad
estética. Lo estaba porque apenas comía, y el cansancio había hecho mella en ella. La
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