C(H)ARÁCTER
Este tal vez es el mayor de mis problemas, pues aunque logre encontrar un tema sobre
el cual escribir no voy a estar lo suficientemente concentrado gracias a esa parte de mí
y el tiempo se me está acabando... Tengo la mente en blanco. Cada vez estoy más
preocupado, no voy a terminar, es imposible hacerlo si no consigo un tema sobre el
cual escribir rápido. Desde ya no me desconcentraré ni una vez más hasta no tener el
cuento terminado, escrito de una forma interesante, algo nuevo, no trillado, no parecido
al de mis compañeros, algo distinto. Igualmente debe tener toda las pautas que
pactamos con la profesora, pero son muchas. Y sigo con la mente en blanco.
En este momento, después de leer de nuevo este texto me di cuenta de que cumple
con lo requerido. En la introducción presento al protagonista, yo mismo, respondo al
dónde, cuándo, qué y por qué de la situación. En el nudo la historia toma forma, me va
mostrando los problemas y demás ocurrencias, incluso tiene suspenso, repitiendo una
misma frase, como en la instrucción. Faltando solo el desenlace, como por arte de
magia, casi como si hubiera sido premeditado, todo lo que estuve deseando apareció
delante mío, creado por mí mismo, un cuento casi completo, con un tema sobre el cual
escribir. Y ese tema era simple e irónico; escribí un cuento acerca de no saber sobre
qué escribir.
Y pues el desenlace sería este: Camilo, a pesar de todos los problemas que tuvo, logró
terminar el cuento que debía entregar el día siguiente. A diferencia de lo que él creía, no
necesitó un tema muy interesante, ni ser un escritor experto. Sólo tuvo que contar su
historia y dejar que las palabras fluyeran por su mente, organizándose en el folio,
teniendo en cuenta las instrucciones que tenía anotadas en su cuaderno. Y así, a las
8:52 PM, después de prácticamente tres horas de empezar a escribir, sin una idea en
su cabeza, terminó su cuento. Aún seguía teniendo la mente en blanco.
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