C(h)arácter Vol 3 September-October 2013 | Page 87

ESCRITO ENSANGRENTADO Juan Pablo Mesa de(Noveno grado)su Según nos contó, Juan Pablo realizó recientemente una crítica Mein Kampf. En tiempo libre practica el fútbol. No puedo evitar escuchar sus pasos, su voz, su respiración alebrestada, no puedo quitarle la mirada a su figura sombría que se mueve por mi humilde casa con increíble naturalidad, no me queda nada más que esperar, esperar y esperar. Si hago el briegue y grito, él sabrá que hay alguien más. Para escapar tengo que aventarme a cruzar la sala, si es que así se le puede llamar, pero en esta solo caben dos personas. Es inevitable, mis taitas fueron asesinados o eso creo y me late que no serán los únicos, tengo un miedo bien verraco que nunca antes había sentido, pero tengo que mantener mi mente relajada si quiero salir vivo de esta. Tengo 11 años. Soy un desmovilizado o desechable; así me llaman en las calles. Según mi apá yo nací en el campo, pero los guerrilleros nos mandaron pa la ciudad a la fuerza a mis taitas y a mí. Mi hermana desapareció y a mi hermano lo llevaron para siempre, dice mi amá. Hoy vivo en una casa que mi apá logró construir con cartón y tejas rojas, pero él dice que nos levantará un hogar en el que por lo menos el agua no moje nuestros colchoncitos. Mi amá sólo me deja ir hasta la tienda de Don Fito, donde me llaman el agüevao y queda en la esquina de la cuadra. Es cerca, pero tengo que bregar duro todos los días para poder llegar pues nuestro barrio es una montaña bien brava. Mi amá no me deja ir más lejos que la tienda de Don Fito porque por allá todo es más peligros. Sólo me deja bajar a la calle donde me rebusco pa’ la comida mía y de mi amá, porque mi apá se gasta todo el billullo que gana en el vicio. Nunca pensé que se reduciría a esto. Todo empezó a las tres de la mañana, escuché mucha bulla y me desperté. Pensé que había sido un aguacero de esos que desarman la casita, pero todo estaba seco, entonces pensé que era mi apá que llegaba de la cantina que frecuenta tantas veces a la semana, donde se gasta su platica y de donde siempre llega cabriao, pero solo ví una silueta flaca que movía cosas por el piso. Ahí mismo pensé que nos estaban robando, pero ¿qué nos iban a robar? ¿Unas alpargatas y una bacinilla? Nadie es tan verriondo. Entonces vi a mi apá quejándose y tocándose el pecho y a mi amá en el piso sin moverse. El hombre los dejó ahí, en el suelo frío y se sentó en la sillita que trajo mi apá desde el campo, el único joto que trajo de por allá. Se veía una mancha en el cartón, era como una figura, pero no la pude reconocer. Sé que no es un sicario de esos que tanto habla mi amá. Es muy cojonudo para ser uno de ellos. Los sicarios llegan matan y se van. Este ser lo hace de una manera pasiva como si lo disfrutara segundo a segundo. 87