C(h)arácter Vol 2 May-June 2013 | Page 120

C(H)ARÁCTER – ¿Corregirme? ¡Si soy un viejo! ¿Qué le puede corregir a alguien como yo, si no tengo nada? – Dijo Ramón, mientras movía la silla de un lado a otro, desesperadamente. –Exactamente por esa razón es que me es posible, ahora, si no mal lo recuerdo: para editar una película antigua se requerían cortar fragmentos del carrete y cómo decirlo amablemente ah, sí, reordenándolos. Verá, somos capaces de muchas cosas y creo que a eso me dispondré con usted hoy. Ah, por cierto, no intente gritar. Nadie le oirá. – ¡No, no, no, no! –Gritó Ramón desesperadamente. Sin embargo el hombrecito ya tenía las tijeras plateadas en su mano, se acercó y con un sonido de “chask, chask, chask”, le cortó su cuerpo, le cortó su cara, y así mutilado, lo reordenó como si de un rompecabezas se tratara. Los gritos no pararon. Ya empezaban a molestar a la secretaria. El hombrecito continuó con su trabajo y cuando hubo terminado, un mudo Ramón le miraba con el temor y el trauma de mil hombres. A lo que el hombre dijo: “Sólo un último detalle”.—Luego, agarró el sombrero gris de su cabeza y dándole un giro, lo colocó suavemente sobre la cabeza de Ramón. Y cuando pasó el tiempo, alguien se preguntó adónde fue a parar el hombrecito del sombrero gris. Luego, salió del bar y se dispuso a ir al hogar. 1 20