C(H)ARÁCTER
Los 8 saltaron y salieron por la puerta del cuarto y corrieron por el corredor. Me
levanté y salí detrás de ellos persiguiéndolos como un perro sigue a una pelota.
Daba mi mejor esfuerzo con una mano sobre mi barriga y la otra la agitaba. Todos
en el pasillo me miraron como si estuviera persiguiendo algo imaginario ya que
Luis y sus amigos, prácticamente, no se veían.
Siete minutos después comencé a asfixiarme ya que me faltaba un pulmón y
también se me iba la voz por la pérdida de amígdalas. Me detuve y me devolví a
mi cuarto con ayuda de las enfermeras. Estaba a punto de desmayarme,
convulsionar o morir. Al entrar al cuarto, me recosté sobre mi cama y el teléfono
sonó. Volteé mi cabeza y contesté. Me habló un señor con voz muy parecida a la
de Luis, pero un poco más grave. El hombre habló y me dijo: “Aló, ¿hablo con
Martín González?”. Le dije que sí, y empecé a preguntar varias cosas. El sujeto
con el que hablaba no me dejó preguntar nada, y respondió: “Martín yo soy un
investigador; tal vez no sepa quién soy pero mi nombre no importa; el punto es
que he estudiado su caso desde que se descubrió. Esta mañana descubrí que los
abundantes de su cuerpo mantenían ese tamaño tan pequeño, ya que usted tiene
una rara frecuencia magnética que los mantenía enanos. Yo estoy al tanto de todo
lo que ha ocurrido, de su pérdida de pulmón, intestino, etc. Estoy en el primer piso
del hospital, y justo venía a conocerlo. Volviendo al tema del tamaño de las
partículas vivientes en su ser (había pasado ya más de una hora y media desde
que Luis y sus amigos escaparon), los vi, pude observarlos y raramente
comenzaron a crecer. Cuando cruzaron la puerta de salida de la clínica, tenían un
tamaño de por lo menos un niño de 6 años.” Colgué y salí muy rápido al primer
piso a encontrarme con el detective.
Había mucha gente en la clínica pero pude localizarlo sin problemas ya que
estaba al frente de un teléfono público. Asfixiado, lo saludé y le pregunté en qué
dirección habían escapado. Corrí bastante. Yo los podía reconocer fácilmente, ya
que he sido el único que ha tenido contacto con ellos. Médicos y enfermeras
salieron detrás de mí, ayudándome a buscarlos. Duramos más de 7 horas
buscándolos por toda Barcelona. Repartimos volantes y hasta dimos
características a la gente para que nos colaboraran. Hubo un momento en el que
me puse a pensar, ¿por qué los buscamos? ¿De qué nos sirve?. Le pregunté esto
a más de 5 doctores y sólo uno me dijo por qué, y tenía la razón. Me explicó:
“Pues Martín, tal vez lo que usted esté pensando es que ya no sea necesario
pero, fíjese que al ver que ellos huyeron, usted sólo quería atraparlos. Nos
serviría de mucho poder atraparlos.
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