C(h)arácter Vol 1 March-April 2013 | Page 46

C(H)ARÁCTER Los 8 saltaron y salieron por la puerta del cuarto y corrieron por el corredor. Me levanté y salí detrás de ellos persiguiéndolos como un perro sigue a una pelota. Daba mi mejor esfuerzo con una mano sobre mi barriga y la otra la agitaba. Todos en el pasillo me miraron como si estuviera persiguiendo algo imaginario ya que Luis y sus amigos, prácticamente, no se veían. Siete minutos después comencé a asfixiarme ya que me faltaba un pulmón y también se me iba la voz por la pérdida de amígdalas. Me detuve y me devolví a mi cuarto con ayuda de las enfermeras. Estaba a punto de desmayarme, convulsionar o morir. Al entrar al cuarto, me recosté sobre mi cama y el teléfono sonó. Volteé mi cabeza y contesté. Me habló un señor con voz muy parecida a la de Luis, pero un poco más grave. El hombre habló y me dijo: “Aló, ¿hablo con Martín González?”. Le dije que sí, y empecé a preguntar varias cosas. El sujeto con el que hablaba no me dejó preguntar nada, y respondió: “Martín yo soy un investigador; tal vez no sepa quién soy pero mi nombre no importa; el punto es que he estudiado su caso desde que se descubrió. Esta mañana descubrí que los abundantes de su cuerpo mantenían ese tamaño tan pequeño, ya que usted tiene una rara frecuencia magnética que los mantenía enanos. Yo estoy al tanto de todo lo que ha ocurrido, de su pérdida de pulmón, intestino, etc. Estoy en el primer piso del hospital, y justo venía a conocerlo. Volviendo al tema del tamaño de las partículas vivientes en su ser (había pasado ya más de una hora y media desde que Luis y sus amigos escaparon), los vi, pude observarlos y raramente comenzaron a crecer. Cuando cruzaron la puerta de salida de la clínica, tenían un tamaño de por lo menos un niño de 6 años.” Colgué y salí muy rápido al primer piso a encontrarme con el detective. Había mucha gente en la clínica pero pude localizarlo sin problemas ya que estaba al frente de un teléfono público. Asfixiado, lo saludé y le pregunté en qué dirección habían escapado. Corrí bastante. Yo los podía reconocer fácilmente, ya que he sido el único que ha tenido contacto con ellos. Médicos y enfermeras salieron detrás de mí, ayudándome a buscarlos. Duramos más de 7 horas buscándolos por toda Barcelona. Repartimos volantes y hasta dimos características a la gente para que nos colaboraran. Hubo un momento en el que me puse a pensar, ¿por qué los buscamos? ¿De qué nos sirve?. Le pregunté esto a más de 5 doctores y sólo uno me dijo por qué, y tenía la razón. Me explicó: “Pues Martín, tal vez lo que usted esté pensando es que ya no sea necesario pero, fíjese que al ver que ellos huyeron, usted sólo quería atraparlos. Nos serviría de mucho poder atraparlos. 46