CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATES | Page 97

El gran ascensor de cristal sobrevolaba ahora la ciudad. Dentro de él se encontraban el señor Wonka, el abuelo Joe y el pequeño Charlie. - Cómo me gusta mi fábrica de chocolate – dijo el señor Wonka. Mirando hacia abajo. Luego hizo una pausa, se volvió y miró a Charlie con una expresión muy seria-. ¿A ti también te gusta, Charlie – preguntó? —¡Oh, sí! —gritó Charlie—. ¡Es el sitio mar; maravilloso del mundo! —Me alegra oírte decir esto —dijo el señor Wonka, más serio que nunca. Siguió mirando a Charlie fijamente—. Sí —dijo—. Me alegra mucho oírte decir eso. Y ahora te diré por qué —el señor Wonka inclinó hacia un lado la cabeza, y de pronto las pequeñísimas arrugas de una sonrisa aparecieron alrededor de sus ojos, y dijo —: Verás, mi querido muchacho, he decidido regalarte la fábrica entera. En cuanto tengas edad suficiente para dirigirla, la fábrica será toda tuya. Charlie se quedó mirando fijamente al señor Wonka. El abuelo Joe abrió la boca para hablar, pero no logró articular palabra. —Es verdad —dijo el señor Wonka, sonriendo ahora abiertamente—. Quiero regalarte, esta fábrica. Estás de acuerdo, ¿verdad? —¿Regalársela? —logró decir por fin el abuelo Joe—. Debe usted estar bromeando. —No estoy bromeando, señor. Hablo muy en serio. —Pero... Pero ¿Por qué iba usted a darle la fábrica al pequeño