Charles Dickens | Page 2

XVIII. Disolución de sociedad XIX. Wickfield y Heep XX. El vagabundo TERCERA PARTE I. Las tías de Dora II. Una desgracia III. Otra mirada retrospectiva IV. Nuestra casa V. Míster Dick cumple la profecía de mi tía VI. Inteligencia VII. Martha VIII. Suceso doméstico IX. Me veo envuelto en un misterio X. El sueño de míster Peggotty llega a realizarse XI. El principio de un viaje más largo XII. Asisto a una explosión XIII. Otra mirada retrospectiva XIV. Las operaciones de míster Micawber XV. La tempestad XVI. La nueva y la antigua herida XVII. Los emigrantes XVIII. Ausencia XIX. Regreso XX. Agnes XXI. Voy a ver a dos interesantes presidiarios XXII. Una luz brilla en mi camino XXIII. Un visitante XXIV. Última mirada retrospectiva 336 347 359 363 373 385 390 400 410 418 424 431 439 444 454 469 472 482 488 493 499 503 514 519 527 532 537 PREFACIO Difícilmente podré alejarme lo bastante de este libro, todavía en las primeras emociones de haberlo terminado, para considerarlo con la frialdad que un encabezamiento así requiere. Mi interés está en él tan reciente y tan fuerte y mis sentimientos tan divididos entre la alegría y la pena (alegría por haber dado fin a mi tarea, pena por separarme de tantos compañeros), que corro el riesgo de aburrir al lector, a quien ya quiero, con confidencias personales y emociones íntimas. Además, todo lo que pudiera decir sobre esta historia, con cualquier propósito, ya he tratado de decirlo en ella. Y quizá interesa poco al lector el saber la tristeza con que se abandona la pluma al terminar una labor creadora de dos años, ni la emoción que siente el autor al enviar a ese mundo sombrío parte de sí mismo, cuando algunas de las criaturas de su imaginación se separan de él para siempre. A pesar de todo, no tengo nada más que decir aquí, a menos de confesar (lo que sería todavía menos apropiado) que estoy seguro de que a nadie, al leer esta historia, podrá parecerle más real de lo que a mí me ha parecido al escribirla. Por lo tanto, en lugar de mirar al pasado miraré al porve nir. No puedo cerrar estos volúmenes de un modo más agradable para mí que lanzando una mirada llena de esperanza hacia los tiempos en que vuelvan a publicarse mis dos hojas verdes mensuales,