tantes en la ciudad. Algunas calles fueron
ocupadas por habitantes si techo, que las
convirtieron en sus viviendas ó escenarios de
vida donde el robo, la muerte y las actividades
ilícitas proliferaron.
Las casas de antaño fueron demolidas para
construir modernos edificios de apartamentos
para la clase media y de oficinas para los trabajos de los mismos. Las calles del centro histórico se convirtieron en congestionadas circulaciones vehiculares, que contaminaron con
smog y ruido la zona y la hicieron menos agradable para vivir. Con estas realidades, la vivienda
permanente migró del área central de Bogotá y
se fortalecieron las actividades financieras,
laborales y gubernamentales situación que
multiplicó la población flotante, que superó a la
residente.
En los años setentas el centro era el punto focal
para la presencia de entidades financieras y las
empresas más importantes del país. Su localización en la zona histórica y gubernamental, la
convertían en un lugar privilegiado. Sin embargo, se manifestó una reducción del número de
residentes en el área, quienes se desplazaron
hacia el norte, al sur y al occidente, dejando los
espacios de la ciudad central para la ocupación
por parte de habitantes intermitentes, segregados a sus espacios de trabajo y estudio, desvirtuando la imagen del centro como el lugar de
convivencia de todas las clases sociales.
El extenso crecimiento de Bogotá, hacia el
norte, occidente y suroccidente alejaba cada
vez más, a la población de la zona céntrica y
de los servicios que este ofrecía. La ciudad
requirió la presencia de nuevas centralidades, que replicaran de algún modo, las
dinámicas productivas de dicha concentración central.
Con esta realidad, la consideración de la
Lugar de la experiencia