Durante el transcurso del día, las personas
y sus dinámicas van cambiando.
En las mañanas las concentraciones de
estudiantes y trabajadores van llenando las
calles del centro de la ciudad. El transmilenio llega cargado de gentes a cada
estación y desde la Avenida Caracas hasta
la carrera 3ª, por el eje ambiental o por la
calle 26, fluyen veloces.
La calle 19 y la Avenida Jiménez se atiborran de autos y personas, todos corren, con
sus cabellos humédos y pasos presurosos,
conectados a sus audifonos, parecen no
notar la ciudad que amanece a su alrededor.
El sol sale y seca las huellas de la lluvia nocturna y despierta a los otros habitantes del
centro que salen de improvisadas camas en
los vanos de puertas clausuradas. Ahora
ellos tambien se unen al euforico centro de
Bogotá.
Luego de este complicado ballet, se calma
la ciudad y transeuntes más tranquilos se
aprecian en las calles y parques, se sientan
y disfrutan de la vista, observan el paisaje,
escuchan los sonidos de la vida urbana.
En la tarde y noche, se reanuda el segundo
acto y aparecen de nuevo los actores de la
mañana, los buses repletos, las caras cansadas, pero veloces y la ciudad se aleja de
sus habitantes.
De madrugada, no se oye ruido, algunos
perros, personas que caminan, que reciclan, que comen, que despiertan a una
cuidad que duerme.
Quien habita el centro