Una vez que Spencer, Melissa y Jenna se mudaron a lo que sería su nuevo hogar comenzaron a hacerle la vida imposible a Aria, al principio Jenna se llevaba bien con ella pero su malvada hermana la convenció de odiarla sin ninguna razón. La hacían limpiar toda la casa, ella tenía que cocinar, no tenía permitido comer en la mesa con los demás y también se burlaban interminablemente de ella haciéndola sentir miserable.
Spencer y sus hijas le arrebataron todas sus cosas a Aria y la única ropa que tenía eran unos harapos sucios y rotos y también un par de zuecos desgastados que le lastimaban las plantas de los pies.
Por mucho tiempo la pobre chica intento decirle todo lo que le hacían a su padre pero solo era una pérdida de tiempo ya que Garret nunca le creía, su padre estaba tan enamorado de Spencer que no veía la realidad.
-Hija, como puedes decir algo así, ellas te quieren demasiado, lo demuestran, deja de ser egoísta ¿quieres? –Dijo muy serio pero al ver la expresión de Aria se acercó a ella, tomo su hombro y continuo diciendo- Mira, sé que extrañas a tu madre tanto como yo pero no hay razón para hacer ese tipo de acusaciones.
-¿¡Que!? –Pensó ella un segundo y después dijo molesta- ¿Cómo puedes estar tan ciego? –Grito molesta mientras gruesas lágrimas resbalaban por sus mejillas-. No puedo creer que las prefieras a ellas sobre mí, tu hija... –salió corriendo hacia el jardín donde se encontraba la tumba de su madre-.
Una vez que se encontraba frente a la tumba se arrodillo y entre sollozos pensó- como me gustaría que estuvieras aquí, madre, mi padre no quiere darse cuenta de nada –alzo la mirada hacia el cielo mientras seguía llorando-.