CABALLERO CRUZADO
E
l apego de Germán Becker Ure-
ta con el Club Deportivo Uni-
versidad Católica se remonta a
una infancia feliz e inquieta que coinci-
dió con la fundación de nuestros colores
en abril de 1937. Como anécdota siem-
pre decía que él, junto a su entrañable
amigo Salo San Miguel, fueron los pri-
meros niños en hacerse socios del Club
Deportivo Universidad Católica. Apenas
se empinaban sobre los nueve años.
Como tantos, no tardaba en recono-
cer que la figura de Sergio Livingstone
lo atrajo como un imán a La Católica y
desde esa admiración brotó, casi como
consecuencia lógica, un compromi-
so que con los años colmaría de ideas,
trabajo y talento. La época románti-
ca del fútbol y los recordados Clásicos
Universitarios lo tuvieron en infinidad de
ocasiones como protagonista.
Su talento se volcó a la preparación de
los espectáculos que la barra de la UC
presentaba ante del inicio de juego y que
dan cuenta de una época donde la riva-
lidad no traspasaba más allá del terreno
de las sanas bromas. Con la llegada de
los 90 su mente inquieta ideó una inicia-
tiva que hasta hoy se eleva con fuerza en
el Club. Don Germán fue el creador de la
Orden de Los Cruzados Caballeros para
salvaguardar la misión y legado.
Director de teatro, cineasta y creati-
vo inagotable, dejó huella en múltiples
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disciplinas y tal como él reconocía hace
algunos años: “Nací el 8 de junio de 1927,
en la calle Maestranza, hoy Portugal y
antiguamente Calle de las Ollerías, sien-
do Presidente de la República el general
Carlos Ibáñez del Campo y arzobispo de
Santiago monseñor Crescente Errázuriz
Larraín”, tal vez por eso nunca impre-
sionó que llegara a la UC donde atesoró
imborrables conversaciones con mon-
señor Carlos Casanueva.
El Club Deportivo Universidad Católica
lamenta profundamente la partida de
don Germán Becker Ureta y a modo de
póstumo homenaje comparte en estas
páginas el discurso que Los Cruzados
Caballeros le entregaron en su adiós.
Querido Germán…
Desde este lugar que conociste bien y que hoy hemos elegido para tu adiós, comienzo estas palabras destacando la capacidad
que en vida fuiste capaz de demostrar con ese amor irrestricto a nuestro Club, el Club Deportivo Universidad Católica. Tener la
responsabilidad de hablar en nombre de la Orden de Los Cruzados Caballeros es un desafío porque lo hago frente a quien ideó
todo y frente a quien se destacó en vida como una luz inagotable de creatividad.
Sin temor a equivocarme puedo afirmar que estos colores fueron tu primer amor, ese inocente que surge en la niñez y cómo no,
si cada vez que hablabas de la UC contabas cómo con Salo San Miguel y cuando aún no cumplían 10 años, se transformaron en
los primeros Niños-Socios de nuestra institución. Niños de pantalón corto que miraban este incipiente club con la curiosidad del
que se trepa a la ventana para ver qué está pasando adentro.
Hay elementos comunes para muchos de los que estamos acá. Esas ganas de ser parte de La Católica fueron g eneradas en bue-
na instancia por Sergio Roberto Livingstone, el primer gran ídolo del Club, aquel que se transformó en el imán para tantos y que
seguro te recibió en el cielo con el abrazo fraterno del reencuentro entre dos amigos. Llévale nuestro saludo y dile que el Club y
lo que juntos ustedes forjaron crece firme, proyectándose con claras expectativas.
Vuelvo a tu niñez porque allí se forjó el talento de un joven inquieto, sensible y de una creatividad sin límites. Germán Becker Ureta
se transformaría con los años en una de las mentes más fecundas del país y con una generosidad genuina en una fuente inago-
table de ideas e iniciativas para el Club. Tu mente inquieta que siempre logró eco en las tablas del teatro, se instaló también en
cada rincón del Estadio Nacional. Eran otros tiempos, era una época en la que los espectáculos a pulso, pero no por ello menos
llamativos y espectaculares se volvían incluso más trascendentales que los 90 minutos de juego de los Clásicos universitarios.
Hemos escuchado a tantos referirse a ti, hemos sido testigos de cómo marcaste a muchos con el contagio que las buenas ideas
suelen expandir. Tu necesidad de crear no descansaba y es que seguramente mientras dormías tu mente ya proyectaba la siguiente
creación y lo bendito de aquello es que muchas veces esas iniciativas tenían que ver con el Club Deportivo Universidad Católica.
Fue así como en el inicio de los noventa llegaste con otra idea, una que tal vez a simple vista emergía como una locura, pero quien
podría negar que la creatividad en su estado más puro no tiene un poco de aquello o si prefieren vestirla de manera más elegante:
genialidad…
Querías crear la Orden de Los Cruzados Caballeros, una instancia que estuviera al servicio de quien liderara el Club u que tal como
en las órdenes de caballería fuera el sustento moral e histórico para las iniciativas que el príncipe dictaba. Y la diseñaste sin dejar
nada al azar, le diste sustento mientras nosotros mirábamos con asombro como nuevamente imprimías tu sello en La Católica.
Querido Germán, entrañable amigo, lo hiciste tan bien que hoy casi todos estamos aquí y lucimos con orgullo nuestro escudo,
nuestra mística y todo lo que se denomine Cruzado Caballero.
Tu experiencia se volvió cada vez más generosa y para el Club dabas todo siempre sin pedir nada a cambio, seguramente esa ge-
nerosidad hizo que tu huella sea muy profunda y que hoy cientos estemos en tu adiós. Quién gritará el Ceatoleí cada vez que lo
necesitemos, quién será la mente inquieta que pondrá el corazón a las cosas cuando haya que teñirlas de azul y blanco, a quién
recurriremos cuando haya que crear y las ideas dejen de serlo para transformarse en conceptos. Ojalá pudiera dar respuesta a
estas preguntas, pero soy incapaz. Por eso y con la confianza que te tuve te pediré un último favor. Desde el cielo guíanos para
seguir por la senda que ha marcado durante ochenta años el transitar del Club Deportivo Universidad Católica.
Hasta pronto amigo, hasta pronto Germán, hasta pronto primer y único Cruzado Caballero.
Manuel Díaz de Valdés O.
Maestre de la Orden de los Cruzados Caballeros.