Material cerámico.
Espíritu de colaboración
Hace ahora poco más de un año, el Museu de Ceràmica de l’Alcora y el
Museo de Arte Contemporáneo Vicente Aguilera Cerni de Vilafamés,
organizaron una exposición titulada «Ceràmica: la metamorfosi de la terra».
En ella podían verse piezas de ambos centros, en un diálogo que enseguida
continuó en otra muestra conjunta: «Inquietant/e figura humana», donde
las obras cerámicas de l’Alcora dialogaban, en esta ocasión, con pinturas
vinculadas a Vilafamés.
Nos interesa subrayar el lazo entre estas dos instituciones, porque de esta
conexión se deduce algo que no a todo el mundo le resulta obvio en una
primera mirada: que el arte actual se puede nutrir –y debe hacerlo– con un
material como la cerámica y que la misma cerámica puede tener una visión
perfectamente conectada con la modernidad. Sabemos que la presencia de
la cerámica es casi anecdótica en los centros de arte contemporáneo, tanto
en los museos que no se dedican específicamente a ella, como en galerías
o en ferias. Sobre ella, secularmente, ha pesado una losa: la de atribuírsele
el carácter de artesanía, la de identificársela tan solo con lo funcional. Y no
es que debamos desdeñar estos aspectos, ni muchísimo menos. La artesanía
es una praxis en la que el ser humano encontró un lugar para expresarse. Y
sin los objetos funcionales no nos hubiéramos desarrollado como personas.
Pero hay una cerámica que ha trascendido estas cuestiones y se ha unido a
planteamientos más unidos a los propiamente artísticos.
Sería prolijo introducir semejanzas y diferencias entre arte, artesanía y diseño.
Pero si convenimos, como no puede ser de otra forma, que el arte puede
realizarse con múltiples materiales, nos damos cuenta de que uno de ellos
puede ser la cerámica. Arte significa dar forma a una materia, a cualquier
materia, en realidad incluso bastaría con dar forma a una idea –recordemos,
en este sentido, al arte conceptual. En cualquier caso, el objeto artístico no
se define por el material con el que está fabricado.
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Es en este contexto en el que se mueven eventos como el que motivan este
escrito. El Concurso Internacional de Cerámica de l’Alcora ha celebrado, este
año 2019, su trigésimo novena edición, siendo uno de los más importantes
de los que se celebran en nuestro país, convocándose ininterrumpidamente
desde 1981. Otros muy conocidos son la Bienal de Cerámica de Esplugues
Angelina Alós (que se celebra desde 1986 en Cataluña), o el aragonés
Premio Internacional de Cerámica Contemporánea ( CERCO ), que viene
desarrollándose desde 2001. Todos ellos son un claro exponente de
que nuestro material, sin perder su esencia metamórfica –o más, incluso
enfatizándola– es idóneo para el carácter de creación que se exige al arte.
En esta edición del Concurso de l’Alcora, nos hemos encontrado con una
gran variedad de propuestas que corroboran el momento de continua
investigación que está viviendo el arte realizado con material cerámico. Ha
resultado difícil escoger, de entre todas las piezas presentadas, aquellas que
han resultado premiadas Finalmente, el jurado se ha decantado por una
composición geométrico-surrealista de un día de lluvia; por la suma de unas
figuras que evocan seres de un organicismo inquietante y por el virtuosismo
de una pequeña figurilla que hubiéramos podido encontrar en el fondo del
mar. Las han acompañado, con merecida mención de honor, una estructura
a modo de cartón corrugado en un significativo trompe l’oeil, unas piezas
mellizas hundidas en el agua y un enigmático personaje con los bolsillos
plenos de golosinas.
Si nos damos cuenta, las obras seleccionadas tienen la característica común
de la extrañeza, no son explícitas, gozan de la cualidad de la sugerencia.
Se despojan de evidencias para hacer una llamada a nuestra imaginación y,
a través de ella, recomponer historias. A mí me gustaban también muchas
otras, aquella que a través un hueco enseñaba un mundo mágico, esa otra
que nos devolvía a imagen de una ciudad de grafito, o aquella que…
Rosalía Torrent
Universitat Jaume I de Castelló
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