WEB
SÁBADO
Todo catalán viviente sabe que CDC, el partido político del presidente Arturo
Mas, jugaba hasta ayer a ser la cara moderada del separatismo, mientras que la utopía
nostálgica, fanática y victimista del “odi a Espanya”, quedaba reservada para ERC, que
apenas representaba un 15% de la población catalana hasta hace pocos años.
La mayoría catalanista, votantes de CiU, aún no sabe cómo ha acabado inmersionada en el secesionismo radical. Sin embargo, muchos de ellos son separatistas por
ósmosis y sin ganas. Sólo pensando en “mayorías de ERC” más de uno tiene ya los pelos
de punta.
Es cierto que las elites políticas convergentes, creadas y dirigidas por el señor Jordi Pujol, siempre abogaron por la secesión aunque fuera de puertas para adentro.
Al margen de la corrupción institucional, la estrategia consistió en mantener amaestrado
a un separatismo latente, como un tigre enjaulado, para convencer al Estado sobre la
idoneidad de la inmersión de Cataluña en la ideología nacionalista “moderada”.
Jordi Pujol aparentó un discurso xenófobo-benevolente, que sólo permitía la divergencia en la intimidad, porque en público no se admitían las voces discrepantes.
Sin embargo es significativo que PSC e ICV-EUiA, claramente acomplejados por el
catalanismo pujoliano, acabaran sumándose acríticamente al nacionalismo. Una cuestión
que roza el ridículo teniendo bases electorales mayoritariamente castellanoparlantes,
más preocupados por la Feria de Abril y por la Roja, que por el romanço de la “identidad
nacional de Catalunya”...
WEB
21
Sr. Rajoy, es el momento
Pujol no responde; el pederasta de Ciudad Lineal, tampoco. Que actúe la Ley
SÁBADO
Jordi Pujol representa lo peor de la política española de los últimos 35 años. Hasta
Financial Times reconoce que es “la vergüenza de Cataluña”. Defraudó a Hacienda desde
el principio escamoteando el pago de impuestos que nos hacía pagar al resto de catalanes. Construyó un sistema corrupto con el tres por ciento como pilar estructural. Enriqueció a su familia hasta convertirla en la sexta fortuna de España. Hizo multimillonarios a
sus siete hijos. Construyó una enorme superestructura administrativa que asfixió el empuje de la otrora dinámica e indomable sociedad civil
catalana, si acaso antaño nuestro único hecho diferencial. Estableció (The Economist dixit) la cultura de
la queja, el victimismo y la irresponsabilidad en Cataluña. Inventó o agrandó y exageró las diferencias con el
resto de los españoles, destruyendo puentes en vez
de construirlos. Diseñó una Cataluña de papel, invivible, con buenos y malos catalanes según su grado
de nacionalismo.
El resultado ha sido un desastre: la Generalitat, que
gestiona €39.000 millones (casi la mitad del presupuesto del Estado de Israel) está arruinada. La deuda
alcanza €62.000 millones. Pagamos los impuestos
más altos del mundo tras Aruba y Suecia. No tenemos crédito internacional. La convivencia está rota.
Nuestra imagen en el resto de España es -con razónde egoístas y quejicas. Nuestro prestigio ante la comunidad internacional ha desaparecido. Los farmacéuticos, funcionarios y proveedores no cobran...