El Cartel de Medellín fue una organización criminal colombiana que se dedicaba al tráfico de
cocaína, siendo uno de los principales actores del conflicto armado colombiano entre las décadas
de los ochentas y los noventas en países como Bolivia, Panamá, Perú, América Central, Estados
Unidos, Canadá y parte de Europa.
El cartel introdujo de contrabando toneladas de cocaína a estos países semanalmente y ganaba hasta
60 millones de dólares diariamente.
Por un tiempo, el cartel de Medellín suministraba el 80% de la
cocaína consumida en los Estados Unidos. Su lucha era en
contra del Estado y sus instituciones, principalmente en
centros urbanos. Al mismo tiempo, el cartel estuvo en guerra
con el cartel de Cali y grupos militares de Magdalena Medio.
Se convirtió en un grupo terrorista reconocido por sus
secuestros y asesinatos.
El cartel fue responsable de plantar miles de bombas en el país, asesinaron jueces, fiscales, testigos,
periodistas, etc. Se destaca la muerte del ministro Rodrigo Lara Bonilla, del procurador Carlos
Mauro Hoyos, del candidato a la presidencia Luis Carlos Galán e hicieron un atentado a un vuelo
de Avianca, donde murieron 107 pasajeros.
Este grupo criminal fomentó la corrupción en Colombia para beneficio propio, más notoriamente
el papel que jugó al convencer al pueblo colombiano a realizar una Asamblea Nacional
Constituyente que resultó en la abolición de la extradición de colombianos al extranjero.
Tras la muerte de Escobar en 1993, el grupo dejó una gran cantidad de armas, un grupo de rutas
internacionales para el narcotráfico, una cantidad enorme de dinero en efectivo, principalmente en
las conocidas “caletas” y unas instituciones estatales corruptas, lo que sirvió de combustible para la
continuación del conflicto armado colombiano en las décadas siguientes, ya que, tanto los grupos
paramilitares y las Guerrillas entraron de lleno a tomar este negocio del narcotráfico, encontrando
cada uno en éste la fuente de su financiación en la lucha por el poder, aumentando así la complejidad
del conflicto en las zonas urbanas y agravándolo en las áreas rurales.
Por Silvana Sierra