Canfield Jack - Chocolate Caliente Para El Alma Jun. 2016 | Page 33
De a una
Un amigo nuestro iba caminando al atardecer por
una playa mejicana desértica. Mientras caminaba,
divisó a otro hombre a lo lejos. Al acercarse, notó que
el lugareño se agachaba constantemente, recogía algo
y lo arrojaba al agua. Una y otra vez lanzaba cosas al
océano.
Cuando nuestro amigo se acercó más todavía, vio
que el hombre recogía estrellas de mar que se habían
lavado en la playa y, una por vez, las iba devolviendo
al agua.
Nuestro amigo se sintió confundido. Se acercó y
dijo:
-Buenas noches, amigo. Me pregunto qué está
haciendo.
-Devuelvo estas estrellas de mar al océano. Ve, en
este momento, la marea está baja y todas estas estrellas
quedaron en la costa. Si no las echo nuevamente al
mar, se mueren aquí por falta de oxígeno.
-Ya entiendo –respondió mi amigo-, pero ha de
haber miles de estrellas de mar en esta playa. Es
imposible agarrarlas a todas. Son demasiadas.
Además, seguramente esto pasa en cientos de playas a
lo largo de toda esta costa. ¿No se da cuenta de que no
cambia nada?
El lugareño sonrió, se agachó, levantó otra estrella de
mar para arrojarla de nuevo al mar y respondió: