Canfield Jack - Chocolate Caliente Para El Alma Jun. 2016 | Page 148
que pasaría el resto de su vida en una silla de ruedas.
Dijeron que eran muy pocos, si es que los había, los
que pudieron volver a la normalidad después de
contraer la enfermedad. La chiquita no se dejó
intimidar. Allí, acostada en su cama de hospital, le
decía a todo el que quisiera escucharla que algún día
iba a volver a caminar.
La trasladaron a un hospital especializado en
rehabilitación en la zona de Bahía de San Francisco.
Se utilizaron todas las terapias que podían aplicarse a
su caso. Los terapeutas estaban encantados con su
espíritu invencible. Le enseñaron a visualizar, a verse
a sí misma caminando. Si no le servía para otra cosa,
al menos le daría esperanza y algo positivo para hacer
en las largas horas de vigilia en su cama. Angela hacía
todos los esfuerzos posibles en la terapia física, en los
aparatos y en las sesiones de ejercicio. Pero trabajaba
con igual intensidad acostada en la cama, haciendo su
visualización, imaginando que se movía, se movía, se
movía.
Un día, mientras se esforzaba con todo su empeño en
imaginar sus piernas otra vez en movimiento, se
produjo una especie de milagro: ¡la cama se movió!
Empezó a moverse por la habitación. Angela gritaba:
"¡Miren! ¡Miren! ¡Puedo hacerlo! ¡Me moví, me
moví!".
Por supuesto, en ese preciso instante todos en el
hospital gritaban t