CANDÁS EN LA MEMORIA numero 2 Octubre 2018 CANDÁS EN LA MEMORIA revista numero 2 Octubre 2018 | Page 7
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para quién era el vino, contestó sin dudar que para “Anselmín”. Un chivatazo
alerto rápidamente a los falangistas locales que de inmediato rodearon la casa
de Secunda.
Anselmo salió a la calle por la parte de atrás del edificio y echó a correr
pueblo abajo. Durante la huida se produjo un tiroteo y resultó herido por un
proyectil que impactó en la parte posterior de un hombro, cayendo en manos
de sus perseguidores unos metros más adelante, cuando ya se encontraba a la
salida del citado callejón. No fue el único en ser alcanzado ya que, a causa de
los disparos de sus propios compañeros, una bala perdida terminó con la vida
del falangista Fermín González González.
Temerosos de las consecuencias que les podría acarrear la muerte de
su compañero, los integrantes del destacamento decidieron ocultar la verdad
acusando a Anselmo de haber sido el responsable, por lo que los jefes locales
decidieron tomar “represalias” y a modo de venganza terminar tanto con
su vida, como la de todos sus familiares. Como consecuencia de ello fueron
detenidos Emilio y Secunda, padres de Anselmo; sus hermanos Guillermo, de
tan solo 16 años, y José Aser y también una vecina suya apodada Rita “la Camu-
ña”, quien era inseparable de éste y es posible que mantuvieran una relación,
arrestando a todos ellos en el centro de la Brigada de Investigación y Vigilancia
instalado en “casa Genarín”, en el barrio de Santaolaya, donde, paradojas de
la vida, hoy se encuentra establecido el Ayuntamiento de Candás. Solamente
perdonaron a Águeda porque dijeron que era “boba”.
A pesar de estar desangrándose, Anselmo fue arrastrado y golpeado por
toda la villa, obligándole a caminar haciendo el saludo romano y dando vivas a
España. Cuando llegaron a la altura de la plaza de La Baragaña el cielo se puso
negro y cayó una gran tormenta. Los habitantes de Candás dijeron: “como
el día en que mataron a Jesucristo” y es que Anselmo era muy respetado por
sus vecinos…
Rosaura Muñiz, suegra de Anselmo, que lo estaba viendo todo desde la
ventana de la cocina de su casa, no pudiendo soportar más la tortura a la que
le estaban sometiendo, comenzó a llamar asesinos a quienes maltrataban a
su yerno, preguntándole a éste cómo no se había suicidado antes de dejarse
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