Buxi Revista de Bibliofilia 3 | Page 17

LIBROS Y LIBREROS Alfonso Reyes Necesidades artificiales. o es un misterio para nadie que nuestros libreros carecen, en la mayoría de los casos, de criterio propio para apreciar la calidad de los libros nuevos. La experiencia acaba por enseñarles que tales y cuales “nombres” o éstos y los otros “géneros” tiene fácil “salida”; pero ante un nombre o un género, que no les es familiar se desconciertan y prefieren, sin ulterior trámite, desecharlo. Consecuencias de la división del trabajo: el librero sabe vender libros, pero no los lee ni se cree obligado a entenderlos. Y el peligro de estos intermediarios es el de todo: que acaban por olvidar el fin que sirven, y yuxtaponen, sobre las necesidades reales del comercio, unas necesidades artificiales, técnicas que llamaremos las necesidades del intermediario. Y entonces acontecerá a los autores nuevos lo que a las actrices nuevas acontece: que no pueden ser contratadas en los teatros de Madrid porque nunca han trabajado antes en Madrid: círculo vicioso como el de la gallina y el huevo. ¿Cuando, cómo empezar, entonces? De estas equivocaciones es fácil encontrar ejemplo: el director del periódico pide a sus colaboradores que no escriban demasiado bien, porque eso, dice, no le gusta al público. (Necesidad artificial: es a él, escritor fracasado muchas veces, a quien le molestan las buenas plumas. Villiers de l'Isle-Adam tiene un cuento cruel sobre el joven que asegura carecer en absoluto de talento para ser admitido en un diario. Fortuna cuando un verdadero maestro intelectual tiene autoridad y manejo en un gran periódico. Entonces, suceda lo que suceda, hay lugar a la esperanza). El otro, cometiendo error semejante -medio hipertrofiado, que se figura ser un fin en sí mismo-, no se conforma con exigir el trabajo, el cumplimiento del compromiso ante el público, sino que, más o menos esbozadamente, exige que le hagan tertulia en la redacción. Y Villiers de l'Isle-Adam nuestro vendedor desecha los libros que no le parecen de aspecto llamativo. “Al público, alega, no le gustan los libros serios”. Y es a él a quien no le gustan. 50