BRUJULA TEOLOGICA JULIO 2017_MINISTERIOS | Page 25

En los últimos tiempos el hombre se ha empecinado en tomar la gloria que solo le pertenece a Dios ,y se ha investido de un falso poder cubriéndose con títulos eclesiásticos. Déjeme contarle una historia:

CIERTO día, allá por la década de 1940, el ingeniero suizo George de Mestral sacó a pasear a su perro. Al regresar a casa, se dio cuenta de que tanto su ropa como el pelaje del animal estaban cubiertos de abrojos. Movido por la curiosidad, los examinó al microscopio y se admiró al ver los diminutos ganchos que se agarraban a cualquier superficie con filamentos. Con el tiempo inventó un equivalente sintético: el velcro. De Mestral no fue el único en copiar a la naturaleza. En Estados Unidos, los hermanos Wright diseñaron un aeroplano estudiando el vuelo de las grandes aves. Y el ingeniero francés Alexandre-Gustave Eiffel ideó la torre parisina que lleva su nombre basándose en los principios que permiten al hueso del muslo soportar el peso de nuestro cuerpo.

Estos son claros ejemplos de una rama de la ciencia llamada biocinética, que procura mimetizar, o imitar, los procedimientos de la naturaleza.* Ahora bien, cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿Con cuánta frecuencia atribuyen los inventores el mérito a Aquel que diseñó los pequeños abrojos, las grandes aves, el hueso del muslo humano y todas las brillantes creaciones originales en que se basan muchas “invenciones” del hombre? La triste realidad es que, en el mundo de hoy, son muy pocas las veces que se da a Dios la honra y gloria que merece.

Con mucha frecuencia vemos hombres que se pavonean en una plataforma dejando sentir en el público que ese poder que esta por manifestarse le pertenece a él y no al Dios creador. Con el afán competitivo que existe en el mundo eclesiástico, los hombres se auto titulan con nombres ministeriales para su propia gloria