BRUJULA CIUDADANA La reconstrucción en un marco de solidaridad | Page 61
3. C rónicas
sobre jóvenes y brigadistas
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pasar a los derrumbes porque había suficientes
voluntarios. Alguien gritó que se necesitaban
voluntarios en Chimalpopoca y Bolívar, un
taller de costureras se había caído y estaban
sacando gente viva. En 30 segundos ya íba-
mos en un taxi voluntario. Al llegar pasamos
la fila de granaderas con nuestros disfraces
y empezamos a repartir comida a las dos
filas de voluntarios que metían cubetas vacías
y sacaban escombro. Mientras observaba a
los Boy Scouts mantener el orden en la valla
que permitía el acceso de las ambulancias, fui
entendiendo que debíamos callarnos cuando
levantaban un puño. A lo lejos pude observar
el derrumbe cubierto de hombres y mujeres
vestidos de rojo: eran los topos, esos hé-
roes que nacieron de 1985. En cuanto tuve
la oportunidad me metí a la fila de las cubetas
vacías. Frente a mí unos hombres musculosos
de Tepito sacaban piedras, avisando cuando
tenían varilla. En cuanto “Rojo”, la líder de los
scouts, gritaba que necesitaba algo, en menos
de 1 minuto se pasaban picos, palas, pilas o
linternas a lo largo de las filas de las cubetas.
Cuando encontraban a alguien vivo el ritmo
de los botes se aceleraba, los voluntarios avi-
saban diciendo “ahí va el bote”. Sacaron dos
personas vivas y un cuerpo mientras estuvimos
allí. A las 11:30 PM llegó finalmente el ejército
y decidimos irnos.
Al día siguiente, las redes sociales indicaban
que Xochimilco también estaba muy afecta-
do, entramos por los pequeños canales de
atrás para evitar el tráfico de la avenida. Waze
nos salvó del atolladero nuevamente. Al llegar
por fin a Xochimilco llegamos a una encruci-
jada en el camino, grupos de estudiantes de
medicina iban con sus batas y este toscopios.
Unos iban para un lado, otros para el otro,
todos preguntaban: “¿saben dónde está el
derrumbe?” Camiones de redilas cargados de
brigadistas iban en ambas direcciones dando
instrucciones contradictorias. Después de
varias horas de vagar sin rumbo, entregamos
nuestros suministros en un centro de acopio
de voluntarios. La salida fue un desastre: los
vehículos de emergencia no podían pasar
debido a que todos habían respondido al
llamado de las redes sociales. Cientos de
motociclistas voluntarios llevaban a otros
jóvenes con hasta 5 palas recién compradas
en Home Depot entre los carros. Al llegar
a mi casa a pesar de sentirme muy emocio-
nado de la respuesta de la gente, sentía que
necesitábamos canalizar la ayuda de manera
más eficiente.
El segundo día después del sismo
las redes sociales viralizaron las
necesidades de Jolalpán, Morelos.
Después de algunos mensajes en
mis redes de Telegram y Signal, en-
tendí que ya había varios grupos
dateros desarrollando aplicaciones
de reporteo ciudadano y mapas.