BRUJULA CIUDADANA La reconstrucción en un marco de solidaridad | Page 52

Brújula Ciudadana 93 50 Ese centro-sur, dejado de la mano de dios, em- pieza desde la capital con Iztapalapa, Tláhuac y Xochimilco, baja hacia Morelos y se bifurca, por un lado, hacia el altiplano poblano y del Edomex, mientras que otro ramal baja hacia los estados del Pacífico: Guerrero, Oaxaca y Chiapas. En un Tehuantepec que sobrepasa en su estremecimiento cualquier film de de- sastre, los sismos ocurren a diario desde el 7 de septiembre a la fecha, mientras las lluvias acosan a las familias expuestas a la intemperie; a diario hay derrumbes de casas, por réplica o por decisión clandestina de las familias. En la ciudad, las familias afectadas en los co- rredores primermundistas y las clases medias pueden optar por endeudarse con créditos “blandos” en manos de la banca privada según decisión del gobierno de la ciudad; pueden recurrir a conexiones con autorida- des diversas para acceder a donaciones; o cobrar los seguros contra desastres cuando los compraron. En la otra nación, el gobierno federal activó la entrega de recursos a tra- vés de tarjetas individualizadas y las familias vacilan entre optar por recibir 30 mil pesos para restablecer la casa dañada o recibir 130 mil para demoler y hacer una casa nueva. A las comunidades del epicentro del sismo del 19, como el municipio de Axochiapan Morelos, no llega nada y lo mismo ocurre con la población dispersa y trepada en las sierras. No son capital político ni económico. A escala municipal, algunos presidentes mu- nicipales orientan a Protección Civil para que promuevan la demolición de manera urgente. Los centros históricos de pequeñas ciudades, cabeceras o de las comunidades grandes tie- nen en riesgo las arquitecturas vernáculas y sus edificios públicos e iglesias, sus símbolos de identidad y cohesión. Las redes de inte- reses ensamblan un Bulldozer incontenible. Ahí se encuentran y enlazan los presidentes municipales que cuentan con constructoras, las familias pudientes que manejan los mate- riales de construcción, la orientación federal para sustituir el adobe “de riesgo” por el cemento que aplastó a cientos. La civilización del cemento carga contra la tambaleante arquitectura de tierra. Los negocios y esa política prosperan, mientras que la “mano ciega del mercado” atiza la especulación con los materiales de construcción. En el altiplano del Estado de México, en la costa chiapaneca y en las otras regiones, las maquinarias políticas de gobiernos orientan las donaciones y las tarjetas federales en claro propósito clientelar. En las culturas políticas realmente existentes, el desastre es una oportunidad de capitalización polí- tica, donde regidores que quieren ocupar la presidencia municipal, presidentes -que desean reelegirse o mantener el control de su grupo, diputados locales y las redes de los gobernadores, partidos en busca de la