BRUJULA CIUDADANA La reconstrucción en un marco de solidaridad | Page 46

Brújula Ciudadana 93 44 La campana de emergencia no sonó; cuan- do volví los ojos, había muchos alumnos en una supuesta zona segura, veía como si se desprendiera, en forma de alas, el domo que ocupa el centro de la escuela; empezó a caer agua y eso los espantó mucho, entonces corrieron a las canchas, donde estaban los demás, hubo gritos, desmayos, entre los co- rredores y escalones. Los vidrios estallaron. En sólo dos áreas teníamos 700 estudiantes, los profesores corrían a auxiliarlos, a tran- quilizarlos; se hizo una junta breve; había que sacar a los niños de la escuela; ofrecimos ayuda, dinero para que pudiesen regresar a sus casas y se marcharon. Ya nadie pudo en- trar por sus cosas, en fracción de minutos la escuela quedó vacía. Los padres esperaban a sus hijos en la puerta principal, se les notificó que sus hijos saldrían por la puerta trasera para evitar congestionamientos. Había miedo en sus rostros, los tranquilizamos, les dijimos que todos los niños estaban bien. Cerraron la escuela y todos nos retiramos juntos, algunos profesores lloraban, cuando ya no estaban los niños, estábamos incomunicados, debía- mos esperar para saber de nuestras familias a muchas horas de distancia. La ciudad era un caos, ambulancias y patrullas corrían quién sabe hacia dónde. El centro era un lugar peligroso, había mucha gente accidentada, muerta, se volvió muy difícil salir o entrar. Todo quedó cancelado. El primer mensaje que recibí, era de un amigo que estaba en Barcelona y me preguntaba cómo estaba y si estaba bien todo; yo no sabía nada, el sistema de comunicación estaba muerto, me enteré por él que en Cholula –el lugar donde vivo- se había dañado, me adjuntaba fotos. Revisé el pequeño departamento donde vivo con mi madre, había pequeñas grietas, los techos estaban atravesadas por ellas, así transcurrió la tarde. Al otro día nos solicitaban en la escuela, debíamos entregar las mochilas de los niños, habíamos informado por Facebook que pasa- ran a determinadas horas por ellas. Con un grupo de menos de 30 personas, movimos 700 mochilas, que alineamos en la cancha, y por grupos pasaron a recogerlas, papás, mamás y estudiantes. El director empezó una inspección con un equipo, removieron vidrios, levantaron reportes y algunas horas después nos marchamos del plantel. Me quedé en el municipio, pues tenemos un colectivo de reciente creación y habíamos convocado a prestar ayuda, solicitar víveres a la comunidad. La respuesta fue inmediata, preparamos pequeños lonches, llevamos todo lo que juntamos, conseguimos transpor- te (con particulares o con el ayuntamiento del municipio) y llegamos a muchas comunidades