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EL HOMBRE RICO QUE FUE UN GRAN NECIO
Un día Jesús estaba enseñando a una gran multitud que se había acercado
para oirle.
Después de terminar vino un hombre y le dijo: “Maestro, di a mi hermano
que parta conmigo la herencia que dejó nuestro padre.”
Pero Jesús rehusó dejarse enredar en la egoísta pelea de ellos. Le dijo:
“Yo no soy juez o repartidor de propiedades.”
Cuando aquel hombre se hubo ido, Jesús se volvió a Sus discípulos que
habían oído la conversación, y les dijo: “Mirad, y guardaos de toda avaricia;
porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”.
Luego, para ilustrar su significado, les contó esta historia:
“La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí,
diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis cosechas?”
Ni se le ocurrió dar algo a los pobres, ni dar gracias a Dios por su prosperidad.
En lugar de esto, prosigue el Señor, dijo: “Esto haré: derribaré mis graneros viejos, y los
edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma,
muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe y regocíjate.”
Pero Dios se desagradó porque aquel hombre pensaba sólo en sí mismo. Y Dios le
dijo: “Necio, esta noche va a terminar tu vida. Después que te hayas ido, ¿De quién serán
todas estas cosa que llamas tuyas?
Con esta historia, Jesús enseñaba que a la vista de Dios la verdadera
riqueza no consiste en lo que un hombre recibe sino en lo que da.
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