book Percy Jackson y La Maldicion del Titan | Page 149
A mí no me gustaba la idea de aguardar. En agosto cumpliría quince. Estaría tan cerca de los dieciséis
que prefería no pensarlo siquiera.
—Muy bien —dije—. Pero cuídate. Y nada de acrobacias salvajes con el Sopwith Camel.
Ella sonrió con cautela.
—Trato hecho. Por cierto, Percy…
No terminó la frase. Fuese lo que fuese, se vio interrumpida por la súbita aparición de Grover, que salió
de la Casa Grande tambaleante y muy pálido, como si hubiera visto un espectro.
—¡Ha hablado! —gritó.
—Calma, sátiro —dijo Quirón, arrugando el entrecejo—. ¿Qué ocurre?
—Estaba… tocando la flauta en la sala —balbuceó— y tomando café. Montones de café. ¡Y de repente
habló en mi mente!
—¿Quién? —preguntó Annabeth.
—¡Pan! —gimió Grover—. El señor de la vida salvaje en persona. ¡Lo he oído! He de buscar una
maleta.
—¡Uau…! —exclamé—. ¿Qué te ha dicho?
Grover me miró fijamente.
—Sólo tres palabras. «Te estoy esperando.»