La exposición a eventos altamente estresantes es una experiencia generalizada tanto para adultos y niños, hombres y mujeres, en cualquier contexto cultural. Se estima que alrededor del 82 al 90% de la población en general estará expuesto a algún tipo de evento traumático en algún momento en su vida (Powers, Halpern, Ferenschak, Gillihan & Foa, 2010). Algunos eventos son más comunes que otros, tales como la muerte de un familiar o un amigo, la violencia escolar, o un accidente automovilístico, mientras que otros son extraordinarios, como el ser secuestrado o torturado, ser testigo de una guerra, etc. (Medina-mora et al., 2005). Afortunadamente la mayoría de las personas expuestas a un suceso traumático logran recuperarse con el paso del tiempo. Sin embargo, una minoría presenta problemas emocionales, que en ausencia de un tratamiento eficaz, pueden multiplicarse con un efecto en cascada hasta el desarrollo de una alteración psiquiátrica seria y persistente.
Anabel De la Rosa Gómez
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Artículo central
Trauma, resiliencia y
crecimiento postraumático:
una mirada desde la salud mental
El vínculo entre los acontecimientos vitales adversos o estresantes y la salud mental ha sido estudiado desde hace algunos años y la evidencia científica ha informado que las respuestas postraumáticas son diversas, desde la psicopatología hasta el crecimiento postraumático. Sin embargo, el efecto o influencia directa que generan estas respuestas ante la adversidad y su impacto en la salud mental es todavía objeto de estudio.
El estrés y el trauma se han estudiado durante al menos un siglo, explorando desde las respuestas fisiológicas simpáticas hasta intervenciones psicológicas eficaces. La comprensión de múltiples dimensiones es ardua dada la cantidad de conocimientos existentes y la complejidad de los temas. Por otra parte, las definiciones y criterios del estrés y el trauma están en constante cambio, como se refleja en las secciones pertinentes de los sistemas de clasificación psiquiátrica como el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V; APA, 2013f) y la próxima publicación de la Clasificación Internacional las Enfermedades (CIE-11).
La exposición a eventos altamente estresantes es una experiencia generalizada tanto para adultos y niños, hombres y mujeres, en cualquier contexto cultural. Se estima que alrededor del 82 al 90% de la población en general estará expuesto a algún tipo de evento traumático en algún momento en su vida (Powers, Halpern, Ferenschak, Gillihan & Foa, 2010). Algunos eventos son más comunes que otros, tales como la muerte de un familiar o un amigo, la violencia escolar, o un accidente automovilístico, mientras que otros son extraordinarios, como el ser secuestrado o torturado, ser testigo de una guerra, etc. (Medina-mora et al., 2005). Afortunadamente la mayoría de las personas expuestas a un suceso traumático logran recuperarse con el paso del tiempo. Sin embargo, una minoría presenta problemas emocionales, que en ausencia de un tratamiento eficaz, pueden multiplicarse con un efecto en cascada hasta el desarrollo de una alteración psiquiátrica seria y persistente.
Ante esto, se han estudiado los factores que intervienen en la capacidad de recuperación frente a la exposición a eventos estresantes o traumáticos. Los hallazgos muestran que existe un vínculo evidente entre el trauma, la resiliencia y el crecimiento postraumático en el que subyace el reconocimiento de una influencia constante entre variables biológicas, ambientales y contextuales. La conducta humana es un sistema dinámico, adaptativo y complejo, en donde el individuo recorre un continuo entre respuestas funcionales y disfuncionales. El entendimiento de las respuestas postraumáticas requiere la comprensión de factores de riesgo, protectores y mediadores que den luz acerca de los mecanismos y causas para el desarrollo y mantenimiento de algún desorden psicológico.
El individuo que ha sufrido un suceso traumático intenta un ajuste emocional al darle sentido a la experiencia vivida. De esta forma cobra relevancia la valoración cognitiva del evento estresante y que estará asociada a los recursos de afrontamiento con los que cuente la persona. Así, se ha propuesto que el procesamiento cognitivo durante el trauma depende de factores como la duración y control del acontecimiento estresante, la exposición previa a sucesos traumáticos, cogniciones negativas sobre uno mismo, un bajo nivel intelectual, problemas de abuso de alcohol, un nivel alto de activación y miedo, entre otros, que interfieren en el procesamiento conceptual y organización de la situación traumática. Estos factores afectan también a la evaluación que el individuo lleva a cabo del trauma y sus secuelas.
Como se ha mencionado, un aspecto determinante a considerar para el desarrollo de un trauma son las diferencias individuales entre las personas que han estado expuestas a un suceso traumático, ya que estás características determinarán la presencia de un trastorno derivado del trauma y el curso de los síntomas. No obstante que el miedo y la ansiedad derivadas del suceso traumático existen en todo el mundo, su experiencia subjetiva se ve modelada por factores específicos de cada cultura (Barlow, 2002); en el caso de la evaluación de las reacciones postraumáticas, el estilo de vida y pautas culturales en una sociedad determinada influyen directamente en la respuesta. Es así, que existen diversos factores pretraumáticos, peritraumáticos y postraumáticos que influyen sobre las posibles respuestas a algún tipo de evento estresante.
Finalmente, las implicaciones para la evaluación y el tratamiento son importantes, ya que para evaluar el impacto psicológico de los acontecimientos traumáticos sobre las personas que han vivido una situación delicada y altamente estresante representa una tarea compleja, considerando el amplio espectro clínico que abarca el fenómeno y la variedad de síntomas que puede desencadenar. En consecuencia, se subraya la necesidad de desarrollar evaluaciones que pueden reunir esta vasta serie de reacciones (Cann, Calhoun, Tedeschi & Solomon, 2010).
Asimismo se requiere explorar las respuestas psicológicas frente a los eventos traumático no solo desde la patología, sino también desde la perspectiva de la psicología positiva. Se vive en un mundo cambiante, en donde los seres humanos tienen que lidiar diariamente con condiciones estresantes que superan las propias capacidades de resistencia, que vinculados con diferencias individuales, colectivas y contextuales permiten la presencia de diversidad de reacciones emocionales. Por lo cual, cualquier intervención debe tener en cuenta el marco cultural e idiosincrático de la población, lo cual permitirá reducir el impacto negativo y promover estrategias más adaptativas de afrontamiento.
violencia escolar, o un accidente automovilístico, mientras que otros son extraordinarios, como el ser secuestrado o torturado, ser testigo de una guerra, etc. (Medina-mora et al., 2005). Afortunadamente la mayoría de las personas expuestas a un suceso traumático logran recuperarse con el paso del tiempo. Sin embargo, una minoría presenta problemas emocionales, que en ausencia de un tratamiento eficaz, pueden multiplicarse con un efecto en cascada hasta el desarrollo de una alteración psiquiátrica seria y persistente.
Ante esto, se han estudiado los factores que intervienen en la capacidad de recuperación frente a la exposición a eventos estresantes o traumáticos. Los hallazgos muestran que existe un vínculo evidente entre el trauma, la resiliencia y el crecimiento postraumático en el que subyace el reconocimiento de una influencia constante entre variables biológicas, ambientales y contextuales. La conducta humana es un sistema dinámico, adaptativo y complejo, en donde el individuo recorre un continuo entre respuestas funcionales y disfuncionales. El entendimiento de las respuestas postraumáticas requiere la comprensión de factores de riesgo, protectores y mediadores que den luz acerca de los mecanismos y causas para el desarrollo y mantenimiento de algún desorden psicológico.
El individuo que ha sufrido un suceso traumático intenta un ajuste emocional al darle sentido a la experiencia vivida. De esta forma cobra relevancia la valoración cognitiva del evento estresante y que estará asociada a los recursos de afrontamiento con los que cuente la persona. Así, se ha propuesto que el procesamiento cognitivo durante el trauma depende de factores como la duración y