Boletín SUAyED Psicología marzo-abril Octubre 2018 | Page 11

La adolescencia se caracteriza por profundas transformaciones biológicas, psicológicas y sociales generadoras de crisis y contradicciones. Estas exponen al adolescente, en su inherente vulnerabilidad, a una serie de riesgos, tales como rompimientos amorosos, pérdidas y duelos, problemas familiares, rechazo social, etc. En gran medida, la habilidad del adolescente para afrontar estos retos depende de su capacidad de interactuar socialmente, afrontar el estrés en los periodos difíciles e implicarse en relaciones y actividades sanas con los demás (Carvajal-Carrascal y Caro-Castillo, 2009).

Cuando el adolescente decide estar solo por elección, lo vive como una experiencia agradable que le permite descansar y enfocarse en sí mismo. Sin embargo, cuando desea tener contacto con los otros, pero es incapaz de lograrlo, experimenta una terrible angustia. Este segundo tipo de aislamiento se relaciona con sentimientos de inseguridad e inutilidad, rechazo, falta de ánimo, hipoactividad, tristeza y desesperanza. Este cuadro se asocia con depresión, adopción de conductas de riesgo e ideación y comportamiento suicida.

Si bien el aislamiento social es una amenaza, el afán por evitarlo también puede resultar en conductas de riesgo agudas. La pertenencia a un grupo de semejantes le “permite al adolescente sentirse integrado en la sociedad” (Maturana, 2011, p.103) y funciona como un medio de acceso a lo que éste anhela adquirir, conquistar o ser. Para el adolescente, “su grupo” es un elemento de referencia fundamental, que a su vez puede constituir un factor de riesgo significante, ya que representa una caja de resonancia o un amplificador de conductas nocivas, siendo muy difícil para el joven resistir el deseo de pertenecer.

Entre el desbordamiento hacía las exigencias del grupo y el aislamiento detrás de una pared impenetrable, el adolescente tiene la difícil tarea de hallar un justo medio: la de lograr que su ser social sea rodeado por una membrana permeable, como la de una célula, lo suficientemente fuerte para contenerlo y mantenerlo como individuo independiente, pero al mismo tiempo le permita la flexibilidad para entrar en contacto con los otros y así nutrirse del apoyo emocional que estos le pudieran ofrecer.

Referencias:

•Carvajal-Carrascal, G & Caro-Castillo, C. (2009). Soledad en la adolescencia: análisis del concepto. Aquichan. 9(3), 281-296. Recuperado de http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=74112147008

•Maturana, H. (2011). Consumo de alcohol y drogas en adolescentes. Rev.Med.Clin.Condes. 22(1), 98-109. Recuperado de http://www.clc.cl/Dev_CLC/media/Imagenes/PDF%20revista%20m%C3%A9dica/2011/1%20enero/11_DR_Maturana-13.pdf

La adolescencia es una etapa de la vida en la que el individuo, como lo indica la propia palabra, adolece su ser en el mundo. La amenaza del aislamiento social coloca al adolescente ante una encrucijada donde se le postula el riesgo de elegir entre dos extremos: ensimismarse en su dolencia y perderse dentro de sí mismo, o perderse a sí mismo por el deseo de pertenecer a un grupo social de semejantes. El conseguir un balance entre estos dos polos requiere de una madurez emocional con la cual pocos cuentan.

La adolescencia se caracteriza por profundas transformaciones biológicas, psicológicas y sociales generadoras de crisis y contradicciones. Estas exponen al adolescente, en su inherente vulnerabilidad, a una serie de riesgos, tales como rompimientos amorosos, pérdidas y duelos, problemas familiares, rechazo social, etc. En gran medida, la habilidad del adolescente para afrontar estos retos depende de su capacidad de interactuar socialmente, afrontar el estrés en los periodos difíciles e implicarse en relaciones y actividades sanas con los demás (Carvajal-Carrascal y Caro-Castillo, 2009).

La adolescencia se caracteriza por profundas transformaciones biológicas, psicológicas y sociales generadoras de crisis y contradicciones. Estas exponen al adolescente, en su inherente vulnerabilidad, a una serie de riesgos, tales como rompimientos amorosos, pérdidas y duelos, problemas familiares, rechazo social, etc. En gran medida, la habilidad del adolescente para afrontar estos retos depende de su capacidad de interactuar socialmente, afrontar el estrés en los periodos difíciles e implicarse en relaciones y actividades sanas con los demás (Carvajal-Carrascal y Caro-Castillo, 2009).

La adolescencia es una etapa de la vida en la que el individuo, como lo indica la propia palabra, adolece su ser en el mundo. La amenaza del aislamiento social coloca al adolescente ante una encrucijada donde se le postula el riesgo de elegir entre dos extremos: ensimismarse en su dolencia y perderse dentro de sí mismo, o perderse a sí mismo por el deseo de pertenecer a un grupo social de semejantes. El conseguir un balance entre estos dos polos requiere de una madurez emocional con la cual pocos cuentan.

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