Al analizar el caso anterior, llaman la atención varios puntos:
1. La naturalización de la violencia
Es frecuente que en el discurso se incluyan relatos de situaciones violentas y se narren como si fueran algo natural; algunas personas han perdido la capacidad de sorprenderse ante lo que sucede. Ghiso (2010) menciona que la naturalización del maltrato, tiene íntima relación con la respuesta y la actitud que toman los sujetos observadores al presenciar una práctica de la agresión sostenida. Cuando el padre dice: “Sigue en el hospital, pero lo que urge es la carta”. Está a un lado la gravedad de los actos de su hijo y el impacto en la salud del compañero afectado.
En consecuencia, para Cobo y Tello (2008) el primer encuentro de los niños con la violencia sucede en las familias, y es dentro de la familia que la violencia se empieza a ver como algo normal o natural (es decir, cotidiana y sistemática).
2. La falta de límites
Gómez (2005) menciona que por lo general quienes sufren violencia en ámbitos escolares no son escuchados por los/as profesores, tutores o directivos. De acuerdo al ejemplo podemos hacernos algunas preguntas: ¿A cuántas personas les habrán escupido o arrojado objetos antes para que recomienden no pasar por allí? ¿Cuándo fue la primera vez que alguien arrojó algún objeto? ¿Cuál fue la consecuencia de esa conducta? ¿Hasta cuándo se pondrá un límite?
Gómez (2005) dice que las escuelas cuentan con escasos mecanismos para solucionar este tipo de problemáticas, en muchos casos se la situación se ignora, asunto que motiva que la violencia escolar se reproduzca y perpetúe.
De igual forma, Wellsh citado en Noel (2009) enumera una serie de factores que contribuyen a aumentar el “desorden” escolar:
· La inconsistencia, falta de claridad o arbitrariedad en las reglas o en su aplicación.
· El desacuerdo entre los agentes del sistema
· La falta de respuestas a la conducta persistente.
· La irrelevancia de las normas desde el punto de vista de estudiantes.
· La existencia de relaciones conflictivas entre docentes y directivos.
· Una dirección inactiva o ausente.
· Una alta tasa de alumnos/as por docente.
3. Las violencias en ámbitos escolares
La escuela debería ser un espacio de convivencia, respeto y aprendizaje, sin embargo, cada día los actos violentos van ocurriendo en mayor número de espacios con más intensidad, existe una gran diversidad en los tipos y formas de la violencia escolar por lo que se puede hablar más bien de las violencias. Es frecuente escuchar casos donde existe el uso de armas en escuelas, golpes, menores que se lastiman o lastiman a otros.
Aunque como refiere Miguez (2009) no en todas las escuelas existe el mismo tipo de violencia, y no todas las violencias que aparecen en una escuela, son, a su vez de la misma índole.
Reflexión final
El hecho de percibir como algo natural la violencia, pasar de lado y pretender que no existe lo único que hace es que suceda con mayor frecuencia y que con el tiempo escale y se dificulte o imposibilite una cultura de respeto y paz.
Ghiso (2010) nos propone desnaturalizar las violencias, lo cual implica desarrollar la capacidad de analizar críticamente los valores, interacciones y espacios en los que se es y se está́, habiendo construido unas claves que restituyen la dignidad, la autoestima y el poder de las personas. Estos son puntos desde los que se puede observar, describir, comprender y actuar sobre la realidad.
Es decir, no basta con describir los hechos para comprender por qué suceden las violencias, sino que es importante buscar una explicación a los factores y relaciones en las que suceden.
Así es fundamental y urgente poner un alto, decir NO, buscar respetar los límites y sobre todo, nombrar la conducta como lo que es: Violencia.
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