Boletín SUAyED Psicología - ENERO-FEBRERO | Page 27

Referencias bibliográficas:

•Castañeda, M. (2007). El machismo invisible regresa. México: Taurus.

•Morales, E. (2005). Análisis psicosocial del poder en las relaciones de género. Tesis Doctoral. España: Universidad de Granada.

Las emociones que entran dentro del catálogo de la masculinidad tradicional y que se excluyen del modelo tradicional de feminidad, son (Castañeda, 2007):

El odio: “los verdaderos hombres” no olvidan las ofensas ni la humillación.

El deseo sexual: los hombres suelen definir la naturaleza misma del sexo, por lo tanto, éste gira alrededor de la penetración.

El orgullo: los hombres son incitados a que se ufanen de sus logros, ya sean reales o imaginarios.

El enojo: considerado como parte natural de la condición masculina y expresado mediante manifestaciones físicas. Todo el entorno cultural los incita a aprender que el enojo es aceptable y altamente redituable ya que los enaltece frente a los demás hombres y también representan una gran estrategia frente a las mujeres, quienes harán todo lo necesario para contentarlos. Así mismo, aprenden que no es necesario golpear a la gente, ni aventar o romper cosas, basta con dar señales de molestia para atraer la atención de las demás personas y “darse a respetar”, y a veces, es suficiente con sólo quedarse callados y con cara de disgusto.

En cuanto a las emociones que no encajan en el modelo tradicional de masculinidad, pero que sí son aceptadas en la expresión tradicional de la feminidad, son (Castañeda, 2007):

El miedo: un “hombre verdadero” no debe de tener miedo, y si lo tiene, no debe dar muestra alguna.

La tristeza: retomando la creencia de “los hombres no lloran” pues idealmente nada debería de afectarlos o quebrarlos.

La soledad: los hombres deben de omitir cualquier sentimiento de soledad, y sobre todo, no solicitar ayuda.

La ternura: a los hombres se le permite sentir amor, pero no ternura, el amor viril es fuerte y pasional, también puede ser violento, posesivo y celoso.

La alegría: los hombres pueden divertirse pero sólo en formas en que los “verdaderos hombres” lo hacen, es decir, no corren ni brincan. Se les arrebatan la espontaneidad y soltura que a las mujeres sí se les permite mostrar.

La vergüenza: un “verdadero hombre” no aceptará jamás que siente vergüenza por algo que ha hecho porque eso significa que aceptaría que se ha equivocado.

A modo de conclusión es importante señalar que lo expuesto anteriormente se refiere al modelo dominante y tradicional de la masculinidad y la feminidad, por lo tanto, es necesario tomar conciencia de que estos modelos se están quedando cortos al momento de incorporar las exigencias de la época en la que vivimos, muestra de ello, es que ninguna persona puede realmente encajar al 100% en ellos.

Por lo tanto, lo que toca de ahora en adelante es ir re-pensándonos y co- construyéndonos al incorporar nuevas pautas de ser y vivir, tomando en cuenta que esta será una tarea ardua y llena de contradicciones, pero también, liberadora.

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