Boletín KONECTA-T Edición Octubre Octubre | Page 18

La Reforma protestante es el despliego de la gracia de Dios con más efectos y más cambios en el mundo que se han dado desde el nacimiento y la temprana expansión de la Iglesia. No fue un acto singular, ni liderado por un hombre. Este movimiento que alteró la historia sucedió en diferentes etapas a lo largo de muchas décadas.

Su impacto cumulativo, sin embargo, fue enorme. Philip Schaff, el notable historiador de la Iglesia, escribe: “La reforma del siglo XVI es, después de la introducción del cristianismo, el más grande evento en la historia. Marca el final de la Edad Media y el principio de la Edad Moderna. Comenzando con la religión, le dio de manera directa e indirecta un impulso a todo movimiento progresista, e hizo del protestantismo la fuerza principal impulsora en la historia de la civilización moderna”. La Reforma fue, vitalmente, el recobrar el verdadero evangelio de Jesucristo, y esa restauración tuvo influencia sin paralelo en las iglesias, naciones, y el flujo de la civilización de occidente.

Bajo la guía de la mano de Dios, el escenario del mundo había sido preparado especialmente para la Reforma. La iglesia necesitaba desesperadamente una reforma. La oscuridad espiritual se personificaba en la Iglesia Católica Romana. La Biblia era un libro cerrado. La ignorancia espiritual regía las mentes de la gente. El evangelio había sido pervertido. La tradición de la iglesia había pisoteado la verdad divina. La santidad personal se había abandonado. La peste putrefacta de las tradiciones humanas cubrían al papa y a los sacerdotes. La corrupción impía contaminaba el dogma y la práctica.

La Reforma no se trató de uno o dos grandes nombres —Lutero, Calvino, Zwinglio— sino de un movimiento masivo de convicción, audacia, y alegría cristiana que le costó a muchos hombres y mujeres . Lutero fue el ariete, pero encendió y se levantó con un coro de reformadores del mundo.