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limpia. No se trata de ser la vanguardia, sino de
ser un sector que participa en la vida política del
país. No hubo heridos ni vitrinas rotas. Desfilaron
mostrando su fuerza sin ejercerla. Controlaron y
desautorizaron a quienes podían poner en peligro
el rechazo radical a la iniciativa del Gobierno. La
idea de abrazar transeúntes, espectadores y a la
misma Fuerza Pública creó un ambiente de simpatía y, añadiría, de respeto a favor de su protesta,
como quizá desde las manifestaciones del año
29 contra Abadía Méndez, o del 54, contra Rojas
Pinilla, no se veía. Tampoco se habían visto niñas
con sus senos al aire pidiendo que la reforma la
hiciéramos entre todos. No sólo le pusieron al
desfile un toque de libertad, sino de franqueza.
El señor procurador debió esconderse y temblar
debajo de su escritorio viendo tal desenvoltura.
Así, en las marchas el ESMAD (Escuadrón móvil antidisturbios) no reaccionó de
manera agresiva, en lugar de gases y papasbomba hubo pintura multicolor y expresiones afectuosas. Otras maneras de promover
y facilitar el diálogo y la interlocución entre
los diversos actores.
Narrativas que al ser expresadas a través
del arte, posibilitan otras maneras de acercamiento al otro. Aquí, como plantea Walter Benjamín (1970), el arte rompe su unicidad para permitir que la obra sea trastocada
por el otro; el espectador, quien a partir
de esa relación entre la obra y los autores,
constituye otros regímenes de percepción y
a la vez otras narrativas. Ubicándonos en las
expresiones estéticas utilizadas en la movilización estudiantil, este diálogo se posibilitó
movilizaciones
y se reconoció como otra forma de hacer
protesta que vinculó a la comunidad como
protagonista de la movilización.
En consecuencia, las expresiones que
actualmente se agencian, hacen palpable
las propuestas y discursos que interactúan
socialmente y se direccionan a otras prácticas políticas. Según Martín –Barbero (1987,
p.63), en términos Hegelianos, esto refiere a
la experiencia de la multitud “esa experiencia
otra que desde el oprimido configura unos
modos de resistencia y percepción del sentido mismo de sus luchas”. Se están configurando acciones que nacen desde lo cotidiano
e involucran a los universitarios a realizar una
lectura crítica de la ley para promover la exigibilidad del derecho a la educación.
En este sentido, en ese acercamiento con
el otro, los repertorios cotidianos basados en
lo estético y en lo emergente, reconocen la
calle como un escenario político en el que
se hacen visibles, de manera simultánea, las
tensiones, los conflictos y el contexto. Aquí
las palabras de disenso pululan en propuestas y discursos direccionados a lo político,
que en términos de Jaques Ranciere (2005)
es la posibilidad de darle voz a lo que antes
era ruidoso.
Otro aspecto a resaltar, es cómo la movilización estudiantil sustenta su existencia en
las diferentes estrategias que no terminan
en repertorios violentos y hacen uso de los
medios X\