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LOS SUEÑOS
DEL SULTÁN
por María Teresa Andruetto
En otros tiempos, cuando el mundo era cruel, el Sultán de Sin Kalán soñó que Alá era perfecto, que no había otro dios que el Dios y que todo lo que debía saberse estaba escrito en el Corán, el Libro de los Libros, cuya matriz está guardada en el cielo.
Cuando despertó pensó que eran pecado todas las historias de los hombres y que el sueño que acababa de soñar era una señal.
Entonces prohibió a sus súbditos el vano regocijo de contar. Mandó a llamar al jalifa y le ordenó que dividiera en siete partes la cuidad y nombrara siete alféreces para rastrear a todos los que, para el solo gozo de los hombres, contaran una historia.
Los alféreces arrasaron los baños públicos, terrazas, tiendas y alhanías y prendieron a mercaderes, alfaniques, pobres hombres del pueblo, mujeres.
Setenta hombres y mujeres por cada uno de ellos.
Los llevaron hasta la plaza central de Sin Kalán y el jalifa los obligó a arrepentirse y los atravesó uno a uno con su alfanje. Después fue hasta donde el Sultán y le dijo que sus deseos y los de Alá se habían cumplido.
El Sultán se retiró satisfecho a su alcoba y ordenó a los guardias que no interrumpieran su sueño.
En el silencio de la noche soñó que un hombre recorría los caminos de la tierra contando una historia.
Soñó y habló durante el sueño.
Lo supo porque despertó con la garganta seca, con la boca pastosa y una palabra a medio camino sobre la lengua.
Como otras veces, pensó que esta vez lo que acababa de soñar era una señal. E intentó huir.
Intentó pero no pudo.
Ya los guardias habían llamado al jalifa y éste empuñaba su alfanje dispuesto a cumplir los deseos de Alá.
Porque no hay otro dios que el Dios y todo lo que debe saberse está escrito en el Corán, el Libro de los Libros, cuya matriz está guardada en el cielo.
Huellas en la arena. Maria Teresa Andruetto. Ilustraciones de Jose Sanabria. Editorial Sudamericana, 2012
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