Imágenes
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No son ilustraciones. No es un texto el que las inspira. Es
al revés: la imagen, madre del cuento.
A veces, fotógrafo o dibujante o pintor y autor, coinciden. A veces, no.
“Imágenes” es para observar y leer. También para escuchar, ¿por qué no?
Texto:
Vivi García
Imagen:
Sole Rebelles
Pudo ver a su perro Timoteo recién nacido, que parecía un ovillo de lana negra.
Vio la heladera flamante, sin ninguna rayita.
Y frente al espejo, se vio a sí misma con pañales y chupete.
Desde ese día, en la casa de Martina, los vecinos hacen cola para que les preste por un ratito los anteojos mágicos.
Yo ya saqué un pasaje a la ciudad de Córdoba. Espero que Martina me los preste.
Es que, a veces, no me acuerdo de mí, y quiero verme jugando en la hamaca de la plaza de mi barrio, yendo a la escuela de la mano de mi papá (¡qué bien silbaba tangos!) o comiendo una de esas manzanas con caramelo que tanto trabajo me daba morder.
la mano de mi papá (¡qué bien silbaba tangos!) o comiendo una de esas manzanas con caramelo que tanto trabajo me daba morder.
MARTINA Y SUS PODERES
Un día sucedió algo extraño en Córdoba. Martina estaba ayudando a su mamá a cocinar una torta de cumpleaños cuando, al cascar un huevo, encontró dos yemas. La madre, al ver el asombro de su hija, le susurró al oído:
—Dicen algunas personas mayores que cuando alguien encuentra dos yemas dentro de un huevo, tiene el poder de convertirlas en lo que desee.
Martina de inmediato cerró los ojos (como para concentrarse) y las yemas, de a poquito, se fueron transformando en un maravilloso par de lentes amarillos y brillantes. La pequeña se los calzó sobre su nariz y salió a la calle. Lo que vio a través de sus cristales fue sublime: cada vez que posaba sus ojos sobre una persona, objeto o animal, podía ver su pasado, ¡el de ellos!
Cuando volvió y miró a su mamá, la vio cuando era chica, tomando una clase de zapateo americano. ¡Qué bien bailaba!
Miradas
por Axel